Israel cree que la muerte de Raisi no variará la estrategia iraní contra su país
La muerte del presidente iraní, Ebrahim Raisi, en un accidente de helicóptero eclipsó por unas horas en Israel las noticias sobre la guerra con Hamas y los frentes abiertos con Hizbulá (Líbano), los hutíes (Yemen) y otras milicias en Siria e Iraq. Todas las preguntas se centran en cómo influirá en su gran enemigo y principal patrocinador (armas, dinero, entrenamientos, etc..) del tablero de los grupos armados que atacan a Israel desde la infiltración armada de Hamas del pasado 7 de octubre.
Los dirigentes y oficiales israelíes asumen que el apoyo de Teherán al "anillo de fuego" creado en su entorno no variará sin Raisi al que despiden también como el "verdugo de Teherán" en alusión a su decisivo papel en el asesinato, tortura y desaparición de miles de iraníes.
El silencio público del Gobierno de Benjamin Netanyahu vino acompañado por declaraciones bajo el anonimato de una fuente oficial que, citada por la agencia Reuters, aclaró que su país no tuvo ninguna relación con el accidente en la montañosa región de Varzeqan. Ello no significa que el liderazgo israelí llore la desaparición del representante de la línea dura del régimen que pide la desaparición de Israel del mapa.
Israel sigue con atención los efectos de la muerte de Raisi en Irán sin olvidar que en los dos grandes asuntos que preocupan a los israelíes (el programa nuclear y la red de milicias en la región) quien mandaba, manda y seguirá mandando es el líder supremo, el Ayatolá Ali Jamenei.
"El presidente Raisi era un hombre cruel y ciertamente no derramaremos una lágrima por él pero la política de Irán contra Israel no variará ya que está determinada por Jamenei", afirmó el líder de Israel Beitenu y ex ministro de Defensa, Avigdor Lieberman.
La muerte del ministro de Exteriores, Hossein Amir-Abdollahian, que presumía por ejemplo de su estrecha amistad con el jefe de Hizbulá, Hasan Nasrala, es considerada en Jerusalén incluso más dramática que la de Raisi en todo lo relacionado a la red alianzas que en los últimos meses dio resultados positivos a Irán y negativos a Israel. El ataque terrorista del 7 de octubre fulminó el sueño estratégico israelí y la pesadilla iraní que estaba a punto de culminar bajo el patrocinio de Estados Unidos: la normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudita.
Irán e Israel, acérrimos enemigos desde la revolución islámica en 1979, estuvieron a punto de protagonizar una guerra directa hace unos meses. Tras la muerte de siete oficiales de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria iraní en un ataque aéreo israelí en Damasco a principios de abril, Irán respondió con el primer ataque directo desde su territorio contra el Estado judío. Israel, que neutralizó la mayoría de los 350 drones y misiles iraníes con la ayuda de EE.UU, Gran Bretaña, Francia y Jordania, respondió a la represalia con un ataque limitado en la estratégica zona de Isfahan. Los dos golpes directos no causaron víctimas pero elevaron la tensión regional a un nivel desconocido. Al final, sin embargo, los intereses estratégicos y tácticos de los dos países confluyeron en el objetivo común de volver a su viejo formato de guerra indirecta y en la sombra.
Desde hace dos décadas, Israel lleva a cabo una campaña de sabotaje de los avances de la República Islámica de Irán en su carrera para obtener la bomba atómica (Teherán niega que tenga fines militares y denuncia que su gran enemigo es el que tiene armas nucleares) y para consolidar el círculo de milicianos y proyectiles formado en su entorno bajo la batuta del jefe de Al Quds, Qassem Soleimani. Por eso, el asesinato de este comandante iraní en un ataque estadounidense en Bagdad a principios de enero del 2020 fue un golpe mucho más duro para la expansión regional de la Guardia Revolucionaria que el accidente de Raisi. En este sentido, el ex presidente estadounidense Donald Trump reveló hace tres meses que dos días antes del ataque, Netanyahu decidió que Israel no participaría en el ataque contra Soleimani tras la coordinación del plan entre los dos países.
Los llamados "asesinatos selectivos" a cargo del Mosad y el Ejército apuntan importantes responsables y cabecillas de grupos armados como Hamas, Yihad Islámica Hizbulá pero no cargos políticos del rango del presidente de Irán. En cualquier caso y aunque nadie le acusó desde Irán, fuentes israelíes se apresuraron a aclarar que su país no tiene ninguna relación con el siniestro. Una aclaración rápida que contrasta con la estratégica decisión de no confirmar ni desmentir en el pasado acusaciones de ataques que mataron a oficiales iraníes en la región.
Las condolencias de Hamas
"Trasladamos nuestras sinceras condolencias, simpatías y solidaridad al líder supremo, líder de la Revolución Islámica, Alí Jamenei, el Gobierno iraní y el hermano pueblo iraní", reaccionó Hamas que en la última década estrechó su alianza con Teherán incluyendo entrenamientos de los efectivos de su unidad de élite. La milicia palestina lamentó el accidente que causó "la muerte de un grupo de los mejores líderes iraníes, con un largo camino en el renacimiento de Irán y con posiciones honorables de apoyo a la causa palestina y a la lucha legítima del pueblo palestino contra la entidad sionista".
"Hicieron incansables esfuerzos de solidaridad y apoyo en todos los foros y campos para nuestro pueblo en la firme Franja de Gaza durante la batalla de la Inundación Al- Aqsa", añadió en alusión al nombre dado por Hamas el pasado 7 de octubre en lo que sería el inicio de la guerra. Al día siguiente del ataque yihadista, Raisi declaró que su país "apoya la legítima defensa de la nación palestina" manteniendo desde entonces la línea de por un lado negar que promoviera dicho ataque y por otro apoyarlo y alentar los ataques del resto de milicias contra Israel.