

De Corea del Norte a Vietnam. Un mes antes, la parada fue en China. Pomposas ceremonias de bienvenida, gestos de complicidad, muchos abrazos y firmas de acuerdos comerciales, tecnológicos y militares. Vladimir Putin, tratado como un paria en Occidente, parece que se está esforzando por demostrar que todavía cuenta con fuertes aliados e influencia política en Oriente.
El presidente de Rusia voló a Vietnam en la madrugada de este jueves después de sellar en Pyongyang con el norcoreano Kim Jong-un un histórico acuerdo de defensa mutua en caso de agresión. Putin encontró en la aislada Corea del Norte una asociación "inquebrantable" -así lo definió el propio Kim- y respaldo total a su guerra en Ucrania.
La visita de Estado a Vietnam, un viejo aliado de Moscú, hay que desmenuzarla con un corte más geopolítico. Hanoi se está posicionando como un actor cada vez más importante en los juegos de poder globales. No se alinea con ningún bando y ha sido cortejado en menos de un año por Estados Unidos, China y ahora por Rusia.
Vietnam es un régimen comunista de partido único, pero es una de las economías de más rápido crecimiento en el mundo. Además de ser un centro manufacturero regional, se está convirtiendo en una tierra fértil para los gigantes tecnológicos que buscan diversificar sus cadenas de suministro fuera de China, y está atrayendo a grandes empresas que se dedican a producir los demandados semiconductores.
Todo esto hace de Vietnam una solicitada pieza del tablero geopolítico que ha bailado en su casa en menos de un año con el estadounidense Joe Biden y con el chino Xi Jinping. Y ahora lo hace con Putin, quien busca fortalecer una "asociación estratégica" firmada entre Vietnam y Rusia en 2001. Es la misma que Biden cerró el pasado septiembre en su visita a Hanoi. Se trata de una designación simbólica, pero con gran peso diplomático y que, en cuanto a relaciones bilaterales con Vietnam, comparten Washington, Pekín y Moscú.
A diferencia de su primera parada de esta semana en Pyongyang, Putin no espera arrancar de los comunistas vietnamitas un respaldo oficial a la invasión rusa de Ucrania. Vietnam se ha declarado "neutral" en el conflicto. Después de sufrir en las últimas ocho décadas las invasiones de varias potencias (Estados Unidos, Francia, Japón y China), en la nación del Sudeste Asiático recuerdan a menudo que uno de sus principios básicos es apoyar incondicionalmente la soberanía de cualquier país. Por ello los políticos vietnamitas han criticado en público la guerra de Putin, pero no la han condenado.
"Ningún país debería darle a Putin una plataforma para promover su guerra de agresión y permitirle normalizar sus atrocidades", ha criticado un portavoz de la embajada estadounidense en Hanoi en declaraciones recogidas por Reuters.
Vietnam, siguiendo una estrategia similar a la de China, pero menos agresiva, apuesta por los malabarismos en una política exterior independiente. Por un lado proporciona ayuda humanitaria a Ucrania a través de distintas organizaciones internacionales, pero se ha abstenido en hasta cuatro resoluciones de la Asamblea General de la ONU que condenaban la invasión rusa y no participó en la cumbre de paz celebrada la semana pasada en Suiza.
Los analistas internacionales bautizaron hace tiempo la estrategia que sigue Vietnam como la "diplomacia de bambú". Una en la que, bajo un enfoque pragmático, el secretario general del Partido Comunista (PCV), Nguyen Phu Trong, logra apaciguar sus viejas disputas con China mientras estrecha lazos con Washington, o se acerca a otros aliados de Occidente como Australia y Japón.
Con Rusia, que es su principal proveedor de armas, los vínculos se han mantenido intactos desde que la Unión Soviética brindó a Vietnam apoyo militar clave durante Primera y la Segunda Guerra de Indochina contra Francia y Estados Unidos. En Hanoi no olvidan tampoco que la URSS dio una cálida acogida a miles de estudiantes vietnamitas durante la Guerra Fría, incluido al actual jefe del Partido Comunista.