A la deriva

El proceso de aumento del presupuesto y las nuevas capacidades que necesita la Alianza se irá desgranando y ya los países de la OTAN pertenecientes a la UE comienzan la gestión de las nuevas necesidades de sus Fuerzas Armadas (FAS), del sostenimiento operativo e integración de las capacidades existentes y de las reformas en el ámbito industrial necesarias para asegurar una inversión eficiente.

Como estaba previsto la faena del maestro comenzó con el brindis al sol para ganarse las simpatías de parte de la plaza, pero no dio para más, ahí se quedó. Los alardes fueron claros, pero todos veían que algo emocional e intangible se estaba desmoronando, faltaba valor, decisión y torería. Los movimientos previos de cartas, hechos públicos, crearon un ambiente incierto que sembró la perplejidad entre los aliados que llevaban tiempo preparando y diseñando el comunicado final de la cumbre.

Cuando un aliado se muestra reacio a sacrificios económicos para reforzar la capacidad de defensa de la Alianza, sin una clara justificación más allá de la lectura en su política interna, ¿qué esperarán de él cuando haya que comprometerse a la defensa común, al «todos para uno y uno para todos»? ¿Qué puede esperarse del jefe ejecutivo de las FAS, el segundo en la línea de mando tras Su Majestad el Rey, cuando hace responsable a las Fuerzas Armadas de la insolidaridad económica con sus aliados? Algo más importante que la inversión en defensa, la solidaridad y el compromiso con los objetivos de la OTAN, se estaba erosionando.

El maestro no conseguía centrar a su toro, que se despistaba ante los abucheos del respetable. Todos intuyeron las intenciones y, claro, el prestigio se vio dañado. Sin claridad ni transparencia, se mezclaron capacidades de futuro con necesidades del presente y daba la impresión de que faltaba una estrategia nacional. El maestro actuaba para el tendido, pero la faena quedó deslavazada y falta de coraje y honradez.

El 'arte del general' tiene necesidades de carácter perentorio, urgente y enfocado hacia los riesgos actuales para influir, reduciendo su peligro, mediante la alerta, la prevención, la disuasión y la acción. La suma de las necesidades de futuro (la gran estrategia) y de las del presente (la estrategia), deberían consolidar el plan de rearme y de renovación de nuestras fuerzas armadas.

Nuestro presidente en La Haya utilizó el plan de inversión en seguridad y defensa, como un compromiso inicial con la OTAN y en línea con lo previsto en la UE, de la forma esperada. Este plan de inversión está contenido en el 'Plan industrial y tecnológico para la seguridad y la defensa' que se presentó y que según especialistas es «improvisación en estado puro» y lo único claro es que no existe ningún plan detrás del Plan. Su objetivo era salvar la cara en las reuniones de La Haya y cohesionar la coalición de Gobierno. Esta es la estrategia de supervivencia que transpira el plan.

El estoque, con sus avisos, puso fin a la desafinada faena. ¿Qué rumbo llevamos?, ¿sabemos qué objetivo de Fuerzas Armadas, conjunto, a medio y largo plazo, necesitamos y queremos conseguir? ¿Navegamos a la deriva o falta transparencia y sobran redes de camuflaje? Sólo los países fuertes pueden integrarse en alianzas sólidas; ¿cómo podemos influir desde la debilidad, insolidaridad y ausencia de estrategia en el futuro de la OTAN? Si todas las crisis generan oportunidades, estamos en el camino de perder la ocasión de una inversión regenerativa en seguridad y defensa que reforme nuestras FAS ante los intereses nacionales prioritarios y comparta con solvencia los compromisos con nuestros aliados.

SOBRE EL AUTOR
Fernando García sánchez

es almirante general (R) y fue Jefe del Estado Mayor de la Defensa