Las dos enfermeras que han cambiado la vida a miles de mujeres tras el cáncer de mama: "Tratamos de que se vuelvan a mirar en el espejo y se reconozcan"

A Azucena Marzo (62) y Olga Saceda (55) las une un número, el 3.795, y una enfermedad, el cáncer de mama. Ambas son enfermeras y desde hace 40 y 32 años, respectivamente, trabajan en el Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, donde hay una de las mejores unidades de la mama de España. Desde 2010, este tándem lidera la unidad de micropigmentación del centro, donde cierran la travesía de mujeres que se han enfrentando a esta enfermedad. "Tratamos de que la paciente se vuelva a mirar en el espejo y se reconozca", dice Azucena. Quienes llaman a su puerta de la planta 11 llevan a sus espaldas un camino duro. "Todas han pasado por un proceso de reconstrucción de la mama, y nosotros tatuamos la areola y pezón con una técnica que se hace en la piel a menor profundidad y usando una pomada anestésica", explica Azucena. En el procedimiento, que pretende que las mujeres "se vuelvan a ver bien", se usan tonos marrones y rojizos que imitan el color natural.

Recibir el diagnóstico de un cáncer de mama es un trago amargo, plagado de incertidumbres y miedos que cuando se llega a esta etapa comienzan a disiparse un poco. La travesía arranca con un sinfín de palabras que se incorporan a la rutina y que nunca habías pronunciado: reservorio, recidivas... La agenda se llena de citas médicas, empieza la quimioterapia o la radioterapia, las defensas ganan protagonismo; las ecografías, las resonancias y las analíticas van marcando el día a día, que no está libre de altibajos. La caída del pelo, lo que implica la pérdida de la identidad de la persona, ocurre a los 17 días del primer ciclo y marca un punto de inflexión brutal. De todo esto son muy conscientes Azucena y Olga, quienes lo primero que hacen cuando conocen a una paciente es charlar con ella. «Nos gusta saber cómo llegan a la consulta, cómo tienen el ánimo, cómo ha sido su proceso». La palabra mastectomía todavía cuesta pronunciarla (y asimilarla). Esto ayuda a dar una atención más personalizada y más humana. "Aquí hablamos de pacientes, no de clientes", aseveran. No se escatima en nada para lograr el bienestar y la recuperación de las que han lidiado con esta terrible enfermedad. No hay que olvidar que una de cada ocho mujeres padecerá un cáncer de mama. Este 19 de octubre, el lazo rosa que se ve en las solapas y en escaparates o marquesinas de autobús debe servir sobre todo para recordar, entre otras cosas, que hay que prevenir. El 80% de los casos diagnosticados se curan.

Una de cada ocho mujeres padecerá un cáncer de mama; el 80% de los casos se curan

Los currículum de estas dos enfermeras son extensos. Azucena iba para médico pero acabó estudiando Enfermería en la Universidad de Navarra. "Mi primer trabajo fue en una farmacia en La Rioja, donde hacía análisis clínicos". Cuando aquello se le quedó pequeño, vino a Madrid a probar suerte. "Fui a la calle Sagasta, donde entonces se echaban los papeles, y empecé a trabajar en La Paz y, al poco, en el Ramón y Cajal". Ha estado en la Unidad de Cirugía Cardiaca y también en Recursos Humanos del Hospital. Olga se ha curtido en los quirófanos y la gestión. El primer intento de poner en marcha la unidad de micropigmentación lo hizo ella y no funcionó. "Yo hacía el proceso a nivel particular fuera del hospital. Me había formado y me parecía algo necesario para muchas mujeres".

Al surgir la posibilidad de retomar el proyecto, ya con Azucena en el equipo, no lo dudó un momento. "Azu hizo cursos de formación en un centro de estética», comenta Olga, aunque es el día a día el que te va dando la precisión y el buen hacer. Empezaron con una bolsa de 80 mujeres. Hoy presumen de haber «hecho ya más de 8.000 procedimientos".

"Para buena parte de ellas supone un cambio radical a la hora de relacionarse con la gente y también cuando mantienen relaciones sexuales, por ejemplo"

Al principio, llevaban la parte de cáncer de mama, pero también trataban otros problemas como alopecias y cicatrices. "La idea era abarcar más", cuenta Azucena. "Hasta que llegó un momento que se decidió que la unidad se centrara en las pacientes que venían del servicio de cirugía plástica tras haber sufrido una mastectomía". Se sienten valoradas dentro del hospital, pero sobre todo por la evolución de sus pacientes desde que llegan hasta que ven todo el proceso hecho. "Para buena parte de ellas supone un cambio radical a la hora de relacionarse con la gente y también cuando mantienen relaciones sexuales, por ejemplo".

Hay muchas que cuando han terminado con la parte médica, se sienten cansadas para continuar con la parte plástica, que a veces es más larga que la primera. "Nosotras las animamos porque el cambio en sus vidas es radical y para bien", dice Azucena. Y no es molesto ni invasivo. "Lo primero que hacemos es ver que no haya alergias a los pigmentos que utilizamos". El 99% son "aptas". "Después de tatuarlas hay un seguimiento para hacer retoques cuando sea necesario".

En estos años, Azucena y Olga han dado formaciones en más de 10 hospitales. "Todos los centros que tienen este servicio en Madrid lo han aprendido con nosotras". Recuerdan con especial cariño una visita a Gijón. "Nos invitaron a inaugurar la unidad de micropigmentación de la Cruz Roja. Nos sentíamos como pisando la alfombra roja"... O rosa. Hoy, ellas y los 3.795 tatuajes que han hecho que miles de mujeres "se vean bien de nuevo" tienen su merecido homenaje.