La COP28 llega sin acuerdo al último día con duras críticas al texto de la presidencia de la cumbre

La cumbre del clima que se celebra en Dubái, la COP28, ha llegado al último día oficial sin acuerdo y con duras críticas al borrador de pacto presentado el lunes por la presidencia de esta conferencia. El texto ha sido rechazado por los grupos ecologistas y, durante las reuniones durante la noche del lunes al martes, por los países que quieren que se fije una ruta clara para la eliminación de los combustibles fósiles, como los miembros de la Unión Europea y varias naciones latinoamericanas encabezadas por Colombia y Chile. A ellos se sumaron otras naciones, como Australia, EE UU, el Reino Unido, Canadá y Japón, que en una declaración conjunta sostuvieron que no firmarán el “certificado de defunción” para los pequeños estados insulares que se ven amenazados por el aumento del nivel del mar.

En el texto propuesto por la presidencia de la COP28, en manos del ministro de Industria de Emiratos Árabes Unidos, Sultán al Jaber,, se mencionan los combustibles fósiles y se abre la puerta a la reducción de su uso y producción. Pero se dejan también otras muchas puertas abiertas que permitirían que se sigan empleando sin un compromiso claro de eliminación del carbón, el petróleo y el gas, los principales responsables del cambio climático, en las próximas décadas.

Durante la noche se han sucedido las negociaciones, y los representantes de los casi 200 países que participan en esta conferencia están este martes a la espera de la publicación de un nuevo texto. Nadie contempla la posibilidad ya de que esta cita, que se debía cerrar a las 11.00 de hoy, vaya a terminar en tiempo, porque las posiciones están muy alejadas tras el último borrador de acuerdo que el presidente de la COP28, Sultán al Jaber, presentó el lunes por la tarde. Los grupos ecologistas cargaron con dureza contra el texto. Como un “desastroso borrador” lo calificó, por ejemplo, WWF.

En la misma línea, la Unión Europea rechazó que no se establezca una senda clara e inmediata para la eliminación de los combustibles fósiles. La UE es la que más está empujando públicamente para que de esta COP28 salga lo que pidió el lunes el secretario general de la ONU, António Guterres: la eliminación progresiva de los combustibles fósiles. Guterres, que continúa en Dubái, se ha reunido esta mañana con la delegación europea, que está encabezada por la vicepresidenta española Teresa Ribera y por el comisario europeo Wopke Hoekstra.

Estados Unidos y China se han mostrado en los últimos días favorables a que aparezcan menciones a la reducción de los combustibles fósiles en los textos finales. Aunque no están teniendo una postura muy activa en esta cumbre en ese sentido. Un John Kerry en retirada —el lunes cumplió 80 años y está ya de salida— difundió un breve comentario por sus redes tras conocerse el borrador del acuerdo de la presidencia. Por un lado, decía apreciar el esfuerzo por “equilibrar una variedad de intereses” en ese texto. Pero añadía que “es necesario fortalecer sustancialmente la sección de mitigación, incluida la cuestión de los combustibles fósiles”.

Por consenso

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En el lado menos ambicioso están algunos países petroleros, encabezados por Arabia Saudí, que ni siquiera quieren que en el acuerdo final que salga de esta cumbre se mencione a los combustibles. En sus manos tienen un arma de bloqueo: el consenso, el sistema por el que se dirimen las disputas en las negociaciones sobre cambio climático desde los años noventa y que en la práctica hace que un país o un pequeño grupo de naciones puedan paralizar las medidas más ambiciosas haciendo que las cumbres se cierren a la baja. Este mismo sistema de consenso amenaza ahora también un tratado que se está gestando en otras negociaciones medio ambientales: el acuerdo contra la contaminación por plástico, que debería cerrarse en 2024.

Un informe, publicado hace un mes por la organización Social Science Network (CSSN), analizaba precisamente la actitud de bloqueo de Arabia Saudí en las conversaciones climáticas de las últimas tres décadas. Y ponía el foco en el sistema para dirimir las disputas: “Riad es en gran medida responsable de la ausencia de una regla de votación acordada en el régimen de cambio climático. A principios de la década de 1990, cuando se estaban diseñando las reglas de toma de decisiones, Arabia Saudí, junto con los aliados de la OPEP, se negó a aceptar cualquier regla de votación por mayoría (por ejemplo, dos tercios o tres cuartos)”. Esto llevó a que el sistema se dirimiera con el “consenso”, que es “un concepto difuso”. “Es distinto de la unanimidad, pero, en la práctica, significa que un pequeño grupo de países —quizás solo dos o tres— puede bloquear el acuerdo e impedir que se adopte una decisión”, se señala en el texto. El análisis explica que “este estancamiento nunca se ha superado”. El consenso da “una influencia desmesurada a los rezagados y conduce a una disminución general de la ambición, lo que le viene muy bien a Arabia Saudita”, concluye el informe de CSSN.

No todos los acuerdos ambientales de la ONU siguen ese modelo. Por ejemplo, en el Protocolo de Montreal, que ha conseguido poner freno al aumento del agujero de la capa de ozono, prevé que los conflictos se acaban dirimiendo con votaciones cuando no se logra el consenso. Esta misma fórmula era la que estaba prevista para otro tratado que se está gestando también en el seno de la ONU y que, de nuevo, afecta a uno de los principales combustibles fósiles, el acuerdo contra la contaminación por plástico, cuyo principal origen es el petróleo.

En marzo de 2022, 175 países acordaron crear un tratado para frenar la contaminación por plástico. El mandato pasaba por tener listo un texto a finales de 2024. Pero tras dos reuniones muchos países dudan de que eso pueda ocurrir. El principal debate de fondo está en si este pacto debe centrarse solo en la contaminación que producen los plásticos o si debe poner límite también a la producción de plástico virgen ante las bajísimas tasas de reciclaje de este material en el mundo. Aunque la letra es distinta, la música es la misma que en las negociaciones climáticas: los países menos ambiciosos y con más intereses en el sector fósil quieren que solo se hable de las emisiones de gases y no de las fuentes, es decir, los combustibles.

Cuando se acordó la creación del tratado del plástico en 2022 se apuntaba a que las disputas se deberían resolver votando (con una mayoría de dos tercios), pero fuentes diplomáticas que han estado en el corazón de estas negociaciones explican que no se ha conseguido aprobar las reglas de procedimiento porque una minoría de países —encabezados de nuevo por Arabia Saudí y otros países petroleros— no aceptan la votación y quieren el sistema de consenso, como se evidenció en la última reunión sobre el tratado del plástico que se celebró en noviembre en Nairobí.

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