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La foto en EE UU; la masacre, en Gaza
Miedo, caos, inseguridad, antisemitismo. Las palabras oscuras inundan el paisaje social y mediático para producir una escalada de asociaciones, generar un estado de pánico colectivo y obligarnos a dejar de mirar lo que debemos mirar: la masacre ocurre en Gaza. La libertad de expresión, el wokismo, las guerras culturales y la cancelación son el rosario de clichés de la agenda incendiaria con la que la ultraderecha lleva tiempo atacando a la Universidad, como si sus verdaderos problemas le importaran un carajo. Mientras el juego sigue, nos aproximamos todos a las protestas estudiantiles con la retórica de la seguridad y el antisemitismo. En su nombre se han cancelado discursos de estudiantes en ceremonias de graduación, pero los campus se inundan de policías para, dicen, proteger a la Universidad. ¿De qué? ¿De la realidad misma, de las injerencias de partidos o grupos que podrían violar su elitista burbuja? Recuerden la intervención de los Republicanos en el Congreso para que solo merezcan ser rectoras quienes se presentan como azote celestial contra el antisemitismo. Porque el principal problema es ese: frivolizar y vaciar de contenido esa palabra. Bruce Robbins, también profesor de Columbia, lo formula con elocuencia: ¿Acaso en la Universidad no se fomenta el pensamiento crítico para distinguir la amenaza real del antisemitismo de la crítica de la matanza de palestinos? ¿Qué nos hace pensar que esa crítica se dirige contra los judíos por el hecho de serlo? ¿Un campus es un espacio tan caótico como para no distinguir actos reales de antisemitismo de la incomodidad de algunos estudiantes judíos, muchos participantes activos en los actos de protesta, por enfrentarse al hecho de que buena parte del mundo mira escandalizado hacia Gaza?