Política cultural ya es entelequía

Conciben hoy la cultura como combate (Urtasun dixit), altavoz del credo y humillación al adversario, como amplificador de lo que ya no se impone con persuasión y argumentos. La política cultural sirve a cada ‘secta’ bendecida por dinero público. Así fue cuando Manuela Carmena retiró de las Naves de Matadero los nombres de Fernando Arrabal y Max Aub, porque no eran exiliados de los suyos (sic). Así cuando alcaldes de Vox y del PP censuraban una obra de Alberto Conejero que hablaba de un profesor republicano represaliado.

Así cuando el Thyssen se metió a descolonizarse, excepción hecha del Mata Mua dilecto. Así cuando el Museo de América pensó que era buena idea un campamento identitario anticolonialista. Y así ha sido cuando Urtasun ha ordenado retirar «por motivos éticos» una momia de su vitrina de 130.000 euros pagados para su perfecta conservación y la ha puesto en un lugar con menor adecuación a su delicado estado. La política que votamos es una entelequia.