¿La presión, estúpido?
La presión la trajo a España Terry Venables, que ganó la Liga presionando, pero perdió la Copa de Europa con el Steaua, que presionaba más que el Barcelona. «Han faltado ganas», resumió Militao la ruina madridista en Nueva York ante el PSG. ¿Ganas de qué? Ganas de presionar, ¿pues qué otra cosa, sino ganas, es la presión? «Hoy tengo ganas de ti, hoy tengo ganas de ti», cantaba en los albores de la Democracia Miguel Gallardo, que tenía de pareja a Pilar Velázquez, la chica de la tónica. ¿Es que Mbappé no tenía ganas de PSG? La verdad: no. El caso es que el Madrid de Mbappé ha perdido ante el PSG en la misma medida que el PSG de Mbappé perdía ante el Madrid.
Cruyff, el octavo sabio de Grecia, decía que el secreto del fútbol estaba en su carácter democrático, pues se trata de un deporte al alcance físico de todo el mundo (incluidos Asencio y Rüdiger): altos y bajos, gordos y flacos, veteranos y noveles… Si nos ceñimos a jugarlo, Cruyff llevaba razón. Otra cosa es la democratización del público, completamente enajenado por el ruido y la furia de los idiotas en las redes sociales.
-La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que nada significa -nos dice un personaje gafe de Shakespeare.
De dar crédito al chusmerío que funge como afición, Asencio, tercer central del Castilla, era Augenthaler, que unido a la transformación de Fran García en un Marcelo de Bolaños de Calatrava, más la aparición golesca de Gonzalo García, daría al proyecto de Xabi Alonso una dimensión histórica: Endrick, a foguearse al Castilla; Vinicius, venta a Arabia, y nos conformaríamos, vienen a decir, con canjearlo por Joselu, «uno de los nuestros»; Mbappé, cedido al Getafe, donde Bordalás conseguiría hacerlo correr (a base de tenerlo dando vueltas alrededor del Corazón de Jesús que fusilaron los milicianos en el Cerro de los Ángeles), cosa que no consiguió ningún entrenador. La delantera pipera de un Real Madrid arrollador con Alonso sería, por elección democrática, la collera Gonzalo-Joselu, más el espíritu de Gravesen (el tío más aplaudido por el Bernabéu) en la presión. La cesión de Mbappé, dios del balón, al Getafe podría envolverse literariamente con el cuento del Dios de Jardiel tomando tierra para su 'tournée' precisamente en el Cerro de los Ángeles.
Otras curiosidades: Alonso comenzó el Mundial como Ancelotti, incluido el trote tijereto de Lucas Vázquez, y lo clausuró como Ancelotti: tres delanteros, cambios por jerarquías a partir de la hora de juego (incluyendo a Carvajal, a quien la edad y el desgaste lo tienen hecho un Papa Noel) y una goleada tan escandalosa como las del Barcelona ante un equipo, el PSG de Luis Enrique, que presiona y triangula como el Barcelona de Flick. La conclusión es que con semejante grupo de futbolistas a lo mejor sólo se puede hacer lo que hizo Ancelotti, 'el defenestráo', con lo cual, y para este viaje, no hacía falta un Alonso. A Alonso lo ha traído el periodismo 'jot down', frivolín y pedantón, que es el que en su día trajo a Floro (ay, es que Julio César Iglesias, etcétera), más el miedo de Mendoza a García: «Si le traigo a ése, lo mismo éste me deja en paz». Mendoza contaba que al ver a Floro por la mirilla de su casa, pensó: «Éste me pide un autógrafo».
Ancelotti sabía álgebra (en frase de don Santiago Bernabéu: «sabe más que la paloma azul»), y pidió a Harry Kane, pero le trajeron a Mbappé, jugador antiguo donde los haya, que sale al campo con un '9' a la espalda y que no atiende a otro criterio táctico que al de la sabiduría popular: «Si sale con barbas, San Antón, y si no, la Purísima Concepción». Eso te da para una Bota de Oro, pero no para una Champions.
Que, como espectador, no me parece que el fútbol sea correr. Yo vi correr a Mariano Haro y a Abel Antón, y no me dejaron memoria futbolística alguna.