Carga menos armadura de hierro el palacio de Velázquez que el palacio de Cristal, porque en el primero hay mucha colaboración de ladrillos de colores. El palacio de Cristal data de 1887, y el palacio de Velázquez de 1883. Diríamos, de modo rápido, que son dos piezas hermanas, aunque la belleza del Palacio de Cristal logra una majestad única, entresoñada, casi fantasmal.
De tan bello, parece inexistente. Es uno de los rincones más memorables y evocadores de la ciudad. Ambos palacios tienen la osamenta de mucha forja, porque hubo mucha labor de forja industrial en Madrid, en el XIX, cuando las Fundiciones cumplían su esplendor.
El hierro tuvo excelencia como material decorativo, y de ahí sobreviven aún rejas, y farolas, y quioscos, que dibujan un mapa de una «arquitectura del hierro», digamos. El palacio de Velázquez se levantó para la Exposición Nacional de Minería, Artes Metalúrgicas, Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales. El palacio de Cristal tiene un aire parado de invernadero gigante.
No en vano, se levantó para albergar una exposición de flora tropical dedicada a las Islas Filipinas. Recuerda, de modo natural, a dos construcciones de mérito de la época, el Mercado Las Halles, y el Crystal Palace, aupados en Londres y en París, respectivamente, bajo el mérito de la estructura metálica. En cuanto a la Casa de Vacas, fue, en su día, un kiosko de leche, vacas incluidas. Hoy, con los dos palacios vecinos, hace templo de exposiciones de mucha vitola, vinculadas, por lo general, la Reina Sofía.