Feijóo se impone de nuevo>

Los datos son elocuentes y demuestran una pérdida de apoyo del bloque del Gobierno, ya que con estas cifras en la mano la investidura de Pedro Sánchez no podría reeditarse. Es cierto que el PP habría ambicionado un triunfo más rotundo y que una diferencia más amplia habría generado una circunstancia inasumible para los socialistas. En el juego de las expectativas truncadas, caben pocas dudas de que el intento de La Moncloa de convertir estos comicios en un plebiscito con el que aliviar los casos de corrupción que rodean a varios cargos socialistas y a la familia del presidente no ha funcionado. El PSOE sufre otra derrota electoral y frustra la sensación de remontada que intentaron imponer durante la última semana. No sólo no hubo victoria que validara las políticas sanchistas, sino que ni siquiera se llegó a acariciar el empate.

La debilidad de la coalición de investidura se demuestra, además, en la caída de sus socios. La suma de Podemos y Sumar ni siquiera es capaz de replicar el porcentaje de apoyo de 2019, aunque en el espacio a la izquierda del PSOE se vislumbra otra potencial disputa. Entre la formación encabezada por Irene Montero y los de Yolanda Díaz sólo hay un escaño de diferencia, lo que sitúa bajo observación el liderazgo de la vicepresidenta del Gobierno. A la luz de estas cifras, cabe pensar que la crítica al PSOE desde su izquierda se recrudecerá si es que Podemos y Sumar aspiran a no quedar definitivamente diluidos tras el viraje del Partido Socialista.

Vox es otra de las fuerzas que exhibe un crecimiento neto, pasando de cuatro a seis diputados y supera en tres puntos el apoyo recibido en 2019. Sin embargo, el exponencial ascenso de sus socios en Europa mitiga en algo la sensación de triunfo de los de Abascal. Tal y como preveían las encuestas, la extravagante propuesta de Alvise Pérez, jaleada insistentemente por Pedro Sánchez, ha sacado tres escaños con un modelo personalista y de tintes antisistema que resta apoyos a Vox.

El marco general es de un triunfo del Partido Popular Europeo, una victoria de los conservadores que se ha replicado en nuestro país con el resultado de los de Feijóo. Esta victoria ratifica el ciclo ascendente del PP, pero no anula las posibilidades retóricas de un Gobierno de coalición que seguirá agitando el miedo a la ultraderecha y el muro entre españoles como su principal reclamo electoral. Estas elecciones europeas vuelven a expresar el agotamiento de un PSOE que llegó a situar en un empate su horizonte de victoria. Esa falta de expectativa es, probablemente, el hecho que mejor evidencia el estado de ánimo de un bloque cada vez más frágil, pero que seguirá maniobrando para intentar prolongar su supervivencia parlamentaria.

Las elecciones han marcado, además, un giro a la derecha del Parlamento Europeo y ha penalizado drásticamente a Los Verdes, la gran sorpresa hace cinco años, y a la izquierda radical. Su derrota confirma que el Pacto Verde, la gran apuesta descarbonizadora de la Comisión Europea que presidía Ursula von der Leyen, ha sido un factor de polarización del electorado, que ha terminado alimentando el voto a una derecha radical que cosechó victorias en Francia, Italia y Alemania. Resulta sorprendente que el Partido Popular Europeo, que ha ganado los comicios con claridad, no responda a este correctivo de una manera más enérgica y mantenga a Von der Leyen como candidata. La consecuencia más llamativa de los resultados ha sido la decisión de Emmanuel Macron de anticipar las elecciones legislativas en su país, en un intento por zanjar la parálisis en que ha caído su presidencia, y la dimisión del Gobierno belga, cuestionado por sus malos resultados. La debilidad socialdemócrata se ha notado especialmente en Alemania, donde el partido del canciller Scholz ha quedado en tercer puesto, por detrás de Alternativa por Alemania.