El candidato de Trump para el Pentágono pende de un hilo tras denuncias de abusos sexuales, alcoholismo y apropiación indebida
En el cruel mundo de la política hay muchos indicadores de que una situación es desesperada. Que tu madre vaya a la televisión a implorar a tu jefe para que no prescinda de ti, o que llame al tribunal que te debe evaluar, probablemente sea el más claro de todos. Hace unas semanas, Donald Trump escogió al presentador de la Fox Pete Hegseth como secretario de Defensa de EEUU, uno de los puestos de mayor responsabilidad, con millones de empleados y un presupuesto anual mayor que el PIB de cualquier país del planeta salvo los 20 más ricos.
Era una elección controvertida por su nula experiencia en gestión, por sus recientes comentarios sobre las mujeres en el ejército o algunas afirmaciones en sus libros. Pero desde entonces, los escándalos no han dejado de acumularse. Denuncias pasadas de agresiones sexuales silenciadas con pagos y acuerdos de confidencialidad. Numerosos incidentes sexuales o racistas en el cajón. Los chivatazos de sus compañeros de cadena sobre sus problemas con el alcohol. Acusaciones de fondos desaparecidos en dos organizaciones que dirigió. Simpatías inquietantes hacia grupos extremistas. E incluso el email que su madre le envió hace siete años, reprochándole su forma de vida y las muchas mujeres de las que había abusado. Hegseth sigue siendo candidato, pero las posibilidades de que salga adelante disminuyen cada hora que pasa, y los posibles reemplazos empiezan a sonar fuerte, empezando por el gobernador de Florida, Ron de Santis.
Hegseth, cuyo perfil público ha pasado de héroe a villano en tiempo récord, está contra las cuerdas. Este miércoles ha asegurado que había hablado con Trump por teléfono por la mañana, que le había animado a seguir luchando y que por eso no tenía ninguna intención de retirar su candidatura, que ahora deberá ser examinada por el FBI y después por el Senado. Pero la frustración en su entorno es palpable.
La prensa estadounidense lo da por amortizado, numerosas fuentes del Senado sugieren que está quemándose poco a poco y surgen las alternativas. Y por eso, en un movimiento desesperado, su madre, Penelope Hegseth, la misma que hace unos años le suplicó que cambiara de vida y le reprochó su falta de decencia, ha acudido al programa favorito del presidente electo, Fox&Friends, para pedirle que no pierda la fe en su hijo.
Es una estrategia habitual de quien quiere el favor de Trump acudir a los programas que ve o escribir en los medios que sigue. Penelope Hegseth, invitada por los ex compañeros del aspirante, antes incluso de responder a sus preguntas, ha pronunciado una especie de declaración, agradeciendo a Trump que contara con él y rogándole que no haga caso a las denuncias, quejas e informaciones que no dejan de salir, pintando a un misógino racista que cuando se emborracha se propasa en los bares o grita a pleno pulmón que hay que matar a todos los musulmanes. Incluso ha llamado personalmente a algunos de los senadores para contarles cómo su hijo ha cambiado y no es la persona que ella censuraba hace siete años.
Hegseth, que ha negado tener problemas con el alcohol o haber buscado ayuda, y que ha dicho que era habitual entre quienes regresaban de la guerra "buscar consuelo en la botella", pero no ha sido su caso, tenía prevista otra ronda de encuentros con senadores este miércoles. Los republicanos, tras las elecciones, tienen una mayoría cómoda en la cámara alta, de 53 a 47, por lo que sólo se pueden permitir perder el apoyo de tres senadores. Todos los analistas coinciden en que las próximas 24 horas van a ser claves. Tras una ronda parecida se retiró Matt Gaetz, el escogido para ser fiscal general, al constatar que no iba a tener apoyos suficientes. Hegseth tiene una cita por ejemplo con la senadora republicana Joni Ernst, una víctima de agresión sexual y ex militar cuyo apoyo es fundamental para su confirmación.
El equipo de transición de Trump cree que muchos senadores no pondrán objeciones, pero hay unos cuantos (Mitch McConnell de Kentucky, Todd Young de Indiana, Lisa Murkowski de Alaska, Susan Collins de Maine y John Curtis de Utah) son vistos como posibles amenazas. Otros, como el influyente Lindsey Graham de Carolina del Sur, han declarado que las informaciones publicadas recientemente son "inquietantes, perturbadoras. Obviamente tiene la oportunidad de defenderse aquí, pero algunas de estas cosas van a ser difíciles".
Otros han pedido públicamente que haya una investigación a fondo del FBI para ver si hay más trapos sucios escondidos. "Me parece que por eso es necesario que el FBI haga una verificación de antecedentes, para poder averiguar si estas acusaciones están fundamentadas o no", ha dicho Susan Collins, de Maine, zanjando el intento del equipo de Trump de intentar evitar que se produjeran esos exámenes.
La opción de De Santis como sustituto, adelantada por The Wall Street Journal, es singular. No es ningún secreto que él y Trump han mantenido una rivalidad enorme, y que el gobernador odia profundamente a Susie Wiles, la jefa de gabinete del presidente electo y por la que pasan todos los temas. De Santis fue rival en las primarias en el pasado y se lo planteó seriamente en 2024 antes de apoyar a Trump. Pero también sería un perfil muchísimo más cómodo para los senadores, para el partido y para el grueso de la comunidad de Defensa, que no entiende en absoluto la opción de Hegseth, cuya única vinculación es ser veterano. De Santis tiene al menos experiencia en política, en gestión y puestos ejecutivos.