El barroco y su danza en los caminos tramposos de la vida

Precisamente, el gran dramaturgo galo asoma en el cuento XXXIV, donde su protagonista, Béatrice Hertond, actriz que recorre con un teatro ambulante los territorios de Francia, comenta: «El maestro Molière sabe de miedos, los combate con ingenios y risas para tenerlos a distancia. Nosotros viajamos con sus palabras en la cabeza». Porque, en efecto, el temor, junto con la violencia y las intrigas, está en el trasfondo de «este siglo nuestro tan oscuro y devoto de barbaries», donde «ganan los combates de la vida los más crueles», leemos en el relato III. E igual que el autor de 'El avaro', creador de tantas hilarantes comedias, Jesús del Campo emplea con acierto el estupendo recurso del humor y la ironía en varios relatos, como en el II, ese en el que una avispada prostituta arrastra a Tello Yáñez a su casa: «Sé de donde vienes [Yáñez ha estado en una algarabia, gritando contra el mal gobierno]. Aquí en mi casa todo es buen gobierno». Diversos son los países y ciudades en las que se desarrollan los episodios, poblados por personajes de toda laya y condición: soldados, campesinos, nobles… y hasta un envenenador que trabaja para la embajada de la República de Venecia en París. Un caleidoscopio de sentimientos, quedando patente que el ser humano se mueve por las mismas pulsiones, de alguna manera presididas por Eros y Tánatos, en cualquier tiempo, en una perpetua «danza de los mortales en los caminos tramposos de la vida».