Tebeos: reservado el derecho de admisión
A mí nunca me lo han parecido, he disfrutado grandes historias con dibujitos como las he disfrutado en otros formatos. No veo la necesidad de rescatar lo que tan solo es otro modo de contar.
Por eso a mí, como a Luis Alberto de Cuenca, me gusta llamarlos tebeos y, si fuera preciso por su extensión, tebeos gordos. Pero no más. Acabo de leer, apenada, que una editorial española, Astiberri, una de la cual atesoro varios tebeos gordos que he disfrutado e, incluso, regalado (cuando me gusta mucho uno, pienso invariablemente en alguien a quien sé que le gustará y se lo regalo), abandona Twitter (lo siento, no me sale llamarlo X).
Entre sus lectores nos encontramos aficionados a los tebeos de muy diversas sensibilidades, no solo ideológicas y políticas, sino religiosas, sexuales, económicas
Lo abandona, dice, sin comunicado ni hilo explicativo (que sí anuncio afectado), porque la razón es clara. Tan clara que no nos la explican, pero su salida coincide en el espacio y en el tiempo con la desbandada de activistas y militantes (mediáticos, artísticos, políticos) que también se van (llevan dos meses yéndose). Y estos lo hacen, no para reclamar más libertad de expresión en una plataforma privada, sino menos. Es decir, para exigir una censura que evite que ciertas ideas puedan ser expresadas. Y, casualmente, son aquellas que no coinciden con las suyas.
Ernest Urtasun, ministro de Cultura, lo explicaba así: «Las redes sociales son una herramienta para el debate público. Esta, sin embargo, se ha convertido en el altavoz de una oligarquía de extrema derecha y sus tentáculos, que fomentan el odio y la desinformación. Por eso, hoy dejo de utilizar esta cuenta». No parece, pues, descabellado pensar que esa salida se debe a las mismas razones que las otras: a que les incomoda que ciertas ideas, que antes eran silenciadas, sean ahora expresadas sin consecuencias.
Supongo yo que el movimiento les resultará rentable, hablo de la editorial de tebeos, desde el punto de vista empresarial. Desde el moral, desde luego, se apuntan el tanto de autopercibirse en el lado correcto de la Historia, tan correctamente de izquierdas como el que más (antifascista, antirracista, antimachista, ‘antitodoslosista’), aquello del capitalismo moral y las creencias lujosas.
Desde el punto de vista cultural, no consigo entenderlo. Entre sus lectores nos encontramos aficionados a los tebeos de muy diversas sensibilidades, no solo ideológicas y políticas, sino religiosas, sexuales, económicas. ¿Están intentando decirnos que su ideología particular pesa más que la libertad de expresión para todos? ¿Que no somos su público si no compartimos sus ideas? ¿Que si coincidimos en estas, pero respetamos que otras puedan ser también expresadas, tampoco lo somos? ¿Que ellos no publican tebeos para todos sino solo para algunos?
No sé yo si el aleteo de mosca en forma de éxodo de un puñado de miles de ofendidos en España sea capaz de provocar un terremoto en una oficina de San Francisco que gestiona más de 500 millones de usuarios activos. Pero sí creo que una editorial que antepone la ideología propia a la cultura para todos desperdicia una gran oportunidad de reivindicar esta como espacio de encuentro y entendimiento. Con la falta que nos hace.