Moción de censura

Han copado y tapado todas las instituciones, una a una, salvo a la Guardia Civil (qué vergüenza el silencio y el escondite del ministro, de la directora general y de los altos mandos del Cuerpo) y salvo a los jueces (desde una juez instructora de Badajoz al Tribunal Supremo). Y el panorama, lejos de mejorar, sólo puede empeorar a medida que nos acerquemos al calendario judicial. Y no basta con manifestarse.

Con todo, más lo que venga, si yo fuera Alberto Núñez Feijóo, presentaría la aunque los socios continuaran (y, a buen seguro, continuarán) apoyando a un Gobierno zombi y a un presidente tan grogui como mudo. Pero al menos, que se retraten.

A saber: Yolanda Díaz no va a dejar de pisar moqueta porque a ver quién desperdicia el chollo. No se han visto en otra. Pablo Iglesias (que sigue mandando lo que le queda como un sultán) a la hora de la verdad seguirá apoyando, aunque de igual modo será el primero en saltar del barco. (Lo juro: ese mismo Iglesias ha llegado a ser vicepresidente del Gobierno de España. Gracias, Pedro).

Puigdemont, ya me contarás. A ver dónde encuentra otro que se deje humillar hasta el infinito y más allá. O Junqueras porque es de bien nacidos ser agradecido. Y qué decir de Otegui, ese progresista y reformista homenajeando a asesinos hasta la vergüenza. Y me queda el PNV. Que igual apoya los Presupuestos de Rajoy como, 48 horas después, vota a favor de aquella moción de censura o apoyará a Feijóo cuando le vea ganador y le interese.

En suma, creo que la legislatura se cumplirá a costa de lo que sea y soportando la peste porque los socios le mantendrán. Aunque convendría retratarse e ir calentando motores. No basta con una manifestación.

PD: Pedro Sánchez lleva una semana sin decir ni mú. Con la que está cayendo, con Leire Díez y con el pestazo del resto de casquería... la cuestión es: ¿por qué no admite preguntas? Casi una semana después del silencio atronador, el presidente del Gobierno no permite que se le pregunte nada. ¿Por qué? Seamos sinceros, por cobardía. El presidente calla, por cobardía, ante la fetidez vomitiva de esa casquería podrida. Porque no sabe qué va a explotar ni a qué va a oler la siguiente bomba fétida.