Un treinteañero, juzgado por violar a una joven de 15 años en una fiesta en Sonseca: «No sabía su edad»

En España, la edad de consentimiento sexual se sitúa en los 16 desde la reforma del Código Penal 2015, por lo que cualquier tipo de conducta de contenido sexual con un menor de esa edad constituye, en principio, un delito.

Por ello, el acusado «tiene la obligación de saber si tenía o no menos de 16 años», insistió De la Cruz, quien tildó de «absurda» su versión. «Sabía que tenía 15 años; los testigos dice que sí lo sabía», enfatizó el representante del Ministerio Público después de atribuir una frase al procesado: «En la ignorancia está la felicidad».

En prisión desde finales de marzo del pasado año, Luis Ernesto había afirmado que creía que la presunta víctima era mayor de edad, aunque las acusaciones mantienen que estuvo en la fiesta de su decimoquinto cumpleaños. «La conocía de hace tiempo y no sabía que tenía 15 años. Si llego a saber su edad, no entra en mi casa. Reconozco las relaciones sexuales, pero ella no me pidió que parase. Estábamos rodeados de chicas y no tenía la necesidad de acostarme con menores de edad», sostuvo este treinteañero ante el tribunal. «Soy el primero que no tolera algo así, porque tengo hermana y mis hijas», se defendió de la acusación de la menor, hija de una mujer con la que había mantenido relaciones sexuales según él declaró.

Los hechos ocurrieron el 18 de junio de 2022, a tenor del relato de la Fiscalía, aunque la defensa los data en otra fecha. En cualquier caso, coinciden en que se desencadenaron de madrugada en la habitación de una casa de campo en la localidad toledana de Sonseca, durante una fiesta 'after' con música, dj, alcohol y drogas. Pasadas las cinco y media, allí llegaron varias decenas de jóvenes, entre ellos el reo y la menor, que habían coincidido en 'Family', una discoteca de este pueblo de más de 11.000 habitantes. Sin embargo, la joven no denunció hasta nueve meses después.

En la sala, él dijo que ella se le insinuó y lo besó fuera de la casa, en el porche de la parcela, mientras que la denunciante declaró que Luis Ernesto la engañó con enseñarle unos gatos para que pasara a la vivienda. Así logró encerrarla en una habitación y abusar sexualmente de ella. «Me obligó y le dije que hiciera lo que quisiera», sollozó la joven durante su declaración, que tuvo que ser interrumpida unos minutos. «Me sentí sucia, me daba asco a mí misma», añadió.

La versión de cada uno está respaldada según qué testigos. La madre de la chica describió un cuadro de ansiedad y depresión, acompañado de al menos un intento de suicidio a raíz de los hechos, lo que fue avalado por una psicóloga forense. «La vi mal» en la entrevista, remachó esta profesional, y su relato «es compatible con los hechos denunciados». «No hay contradicciones y tiene consistencia», con lo que echaba por tierra la tesis de la defensa, quien incidió en que no hubo lesiones en la vagina y habló también de falta de verosimilitud en las distintas declaraciones de la joven durante el procedimiento.

El inculpado, para el que las acusaciones solicitan la agravante de reincidencia, se enfrenta a doce años de prisión por un delito de agresión sexual con acceso carnal vía vaginal, además de otros dos por amenazas. Es lo que piden la Fiscalía y la acusación particular, frente a la absolución que la defensa solicita.

«¡No se forzó a nadie. Hay testigos que dicen que entró voluntariamente en la habitación!», mantuvo con ímpetu su abogado, Antonio Sedeño, quien censuró que la muchacha hubiese denunciado tanto tiempo después. «Hay un motivo espurio de venganza», exteriorizó el letrado de Luis Ernesto. Convencido de que la presunta víctima, su madre y algunos amigos no contaron la verdad o cambiaron su testimonio en la sala, también enarboló que se habían vulnerado los derechos fundamentales de su defendido durante la instrucción. Mientras, el tribunal deberá dar respuesta en su sentencia a la pregunta del fiscal: «¿Sabía si tenía 15 años o no?».