AZVI y Acsa ganan el concurso para construir la primera fase de la Ronda Norte
Logran el máximo de puntos con una oferta económica de 29,6 millones frente a los 34,5 del presupuesto de licitación
El informe de la consultora arqueológica Salsum, elaborado para la Gerencia de Urbanismo, sobre los valiosos restos hallados en la traza de la futura primera fase de la Ronda Norte advierte que en el complejo religioso, cuyo recorrido cronológico iría desde el siglo VIII al IX, hallado «sorprende el conjunto de piezas [encontradas] por su variedad y calidad de las piezas. Es un lote excepcional».
El material arquitéctonico, sigue este documento, encontrado son tres basas áticas -una de ellas decorada-; otros tantos fustes, -dos lisos y uno «torsado o sea, con canales labrados en diagonal»; diez capiteles o fragmentos de capiteles del periodo romano y visigodo. y «un fragmento de transenna [cancel] con decoración de semicírculos imbricados».
Se trata de piezas diferentes, se indica este informe -Manuel Cobo es el director Salsum y ha coordinado a un equipo liderado por e catedrático Ángel Ventura-, pero con un elemento común: «en todas se aprecia una decoración muy destacada, lo que da pie a pensar que la voluntad de quien hizo esta elección fue la de seleccionar los mejores productos habidos en el mercado para adquirirlos». Y, detallan, que se refieren a «mercado porque sin lugar a dudas estamos hablando de piezas reutilizadas, venidas de Mérida algunas, otras probablemente de Córdoba y quizá otras zonas».
Dado que ninguna de las piezas es semejante a otra del lote, se deduce en este trabajo, «debe de pensarse en un proceso de reaprovechamiento de la totalidad o parte del material». «Si, de manera hipotética, se hubiera encargado la realización de un conjunto de capiteles y otros elementos arquitectónicos para decorar el edificio, se habrían hecho todas las piezas con el mismo estilo y decoración», argumentan los autores del informe. A este argumento hay que sumar la «constatación de la distinta altura de los capiteles, que se utilizarían adaptando sus medidas a las del edificio, bien cortando una parte de ellos o también adaptando la altura de los fustes al lugar donde va a ser empleado».
«La factura de los muros y el pavimento de los edificios parece indicarnos una rápida construcción de los mismos y para rematar las columnas se pensó en la adquisición de material que tenía una característica en común: la calidad de las piezas», continúa el estudio. En sus páginas, se advierte de que «queda muy claro que quien realizó el proyecto ornamental tenía en mente el empleo de material selecto». A esa conclusión, alegan, ayuda también «la ausencia de capiteles corintios, que son los más empleados en la arquitectura romana. Si se hubiese echado mano del material más cercano o más barato, habrían aparecido sin duda alguna capiteles corintios que por cantidad, en Córdoba podrían todavía encontrarse en proceso de expolio».
Sin embargo, quienes promovieron este complejo religioso, «no eligieron la baza más fácil, sino que se quiso decorar el edificio con piezas seleccionadas», dada «la riqueza de sus componentes ornamentales».
El trabajo de Salsum lanza una pregunta lógica: ¿cómo los artífices de este proyecto se hicieron con el material que usaron? Exponen la hipóteis de que, «al tratarse de piezas de expolio», es posible que «recurrieran al mercado para hacerse con él». «Recordemos que en el mismo momento [que se acomete este complejo religioso] se estaba construyendo la primitiva Mezquita, para cuya construcción se empleó material reutilizado; como puso de relieve [Antonio] Peña [profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona], parte de este material podría ser cordobés, sin duda, pero también vino de otras zonas; una de ellas fue Mérida de donde proceden con seguridad diversos capiteles empleados en la Mezquita [tal y como refleja Peña en un trabajo de 2010]».
Por ello, sigue el informe, y dando por sentado que «una parte del material aquí analizado proceda de Mérida, algo que se ha podido demostrar, debemos de pensar que esas piezas pudieron formar parte del lote que de aquella ciudad vino, según el trabajo de Peña, «en época emiral como parte del numeroso grupo de piezas traídas por el emir para construir la primitiva Mezquita o la primera ampliación».
Otra posibilidad, apuntan, es que esas piezas recalasen en la capaital «traídas de forma expresa para la construcción del edificio aquí analizado, hipótesis que planteamos como menos probable por los enormes costes que ello conllevaría, pero que no debemos de desechar». Esto sería en cuanto a piezas de época romana. Respecto «al resto de capiteles, visigodos, pudieron formar parte de la decoración de algún edificio cercano y se aprovecharon en la construcción del nuevo complejo».
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