Badosa topa con el volver de Anisimova

Amanda Anisimova, otra de esas tantas niñas prodigio que florecen de vez en cuando en el tenis y que iba a comerse el mundo, fija el límite de Paula Badosa en este Open de Australia que, dice la española, solo puede ofrecer una lectura positiva. “Sí, sobre todo por cómo estoy de mi lesión, porque me estoy sintiendo bastante bien. Obviamente, físicamente aún me falta para llegar a mi mejor nivel, pero es el camino”, valora tras el 7-5 y 6-4 (en 1h 28m) presenciado por el público de la John Caine. En otras circunstancias, el dolor del adiós se hubiera multiplicado, pero no esta vez. Ella, de vuelta tras medio año de doctores, fisios, máquinas y tratamiento por la lesión de espalda que se produjo el año pasado en Roma, venía a lo que venía. “Dije el primer día que quería jugar partidos…”. Y han sido tres, alimento para el físico y el ánimo.

Sucede que en este último se impone el mazo de su rival, de regreso también Anisimova. “Jugaba a dos tiros, no sabía si rezar… Y dependía todo un poco de ella. Lo ha hecho muy bien, perfecto, y ha estado acertada cuando tocaba. Poco que decir. Pero me llevo dos buenas victorias y estoy jugando bien al tenis, y en unas semanas voy a estar físicamente donde quiero estar; quizá con un plus más de físico me hubiese ayudado un poco más”, sigue, convencida de que si le respeta esa espalda reincidente podrá aportar cosas interesantes a medio plazo. De momento, buenas sensaciones y confianza ciega en que el esfuerzo sea más productivo allá por marzo, abril sobre todo, cuando comience esa gira de tierra batida que tanto ansía.

Han sido prácticamente siete meses de parón, e igual de prolongado el de Anisimova. El origen, sin embargo, es muy distinto. La vértebra de una, los fantasmas de la otra. Septiembre de 2022, ahí empezaron a enredar. “Para mí se ha vuelto insoportable estar en los torneos”, decía en mayo, cuando agarró firme el freno de mano y lo levantó en seco: parar o parar, no había otra opción. “En este momento mi prioridad es mi bienestar mental y tomarme un descanso por un tiempo. He trabajado tan duro como he podido para superarlo. Voy a extrañar estar ahí fuera, agradezco todo el apoyo”, proseguía cuando anunció que iba a dejar de competir, desbordada por la rutina diaria del tenis y la dictadura de los resultados. Señalada desde la adolescencia, no cumplía con las expectativas.

Fue bueno apartarme del caótico estilo de vida de una tenista y restablecerse como ser humano. Creo que ese descanso me ayudó a recuperar mucha energía y felicidad; ralenticé mi vida, y eso es algo que realmente necesitaba”, concedía en unas declaraciones recogidas por la WTA nada más comenzar el nuevo año, habiendo alejado el desorden y recompuesto el puzle, intentando recuperar ese equilibrio tan esencial y tan difícil en el tenis, el tetris de siempre: cuerpo, mente, rutinas, calendario, descansos, viajes, recuperación. Pies en el suelo después de los fuegos artificiales. ¡Anisimova, la última gran sensación! ¡Anisimova, la primera jugadora nacida durante este milenio en alcanzar los octavos de final de un Grand Slam! Tenía 15 años cuando asomaba y 17 cuando se le señalaba. ¡La nueva gran esperanza de Estados Unidos! Y de ahí, poco a poco, hacia ese pozo del que empezó a salir en septiembre, cuando volvió a coger la raqueta para empezar de nuevo.

Anisimova, durante el partido contra Badosa.
Anisimova, durante el partido contra Badosa.EDGAR SU (REUTERS)

“La vida no es solo tenis. Es bueno llegar a casa y tener otras cosas en las que centrarte, averiguar qué es lo verdaderamente importante. Debía encontrarme conmigo mí misma y mi personalidad”, dice ahora la estadounidense, de 22 años, hija de rusos, nacida en Nueva Jersey; una bombardera que en 2019 pasó al primer plano al tumbar a Aryna Sabalenka y marcar otro de esos hitos de precocidad. Entonces, flashes, focos, el boom. Que se lo pregunten a la británica Emma Raducanu, consumida por un tiempo. “Muchas personas que nos siguen realmente no entienden de qué va todo esto, lo difícil que puede llegar a ser; pierdes, compras billetes, haces la maleta y a volar de vuelta. Estas agotada y frustrada, es un ciclo constante. Te aíslas”, explicaba estos días en Australia, donde, como Badosa, no piensa tanto en el resultado como en reemprender la marcha. Hay luz.

“Pasé por algo parecido a lo de ella, así que mucho respeto por haber hablado sobre el tema. La salud mental es algo muy importante”, responde a este periódico la catalana, que sufrió una depresión hace cuatro años. “Me costó mucho apartarme de esto, pero no estaba disfrutando. Me alegro de haber tomado la decisión”, cierra este viernes la norteamericana, un cañón: los 40 golpes ganadores que conecta deciden el pulso y le guían hacia los octavos de final, segunda semana de un grande. La siguiente prueba, Sabalenka, se antoja más que complicada: 6-0 y 6-0 de la bielorrusa ante Lesia Surenko. Difícil, muy difícil para ella. Pero también lo era parar. Y lo hizo.

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