La Colada: un ridículo culebrón

Es el perfecto resumen del grado de surrealismo al que llega la política en claro perjuicio del ciudadano y del que ha de ser servido y administrado con sus impuestos. En este eterno compás de espera irrumpe el culebrón de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y su sospechosa demora en la autorización del enlace definitivo de ambos embalses (La Colada y Sierra Boyera). Diez meses lleva tramitando el órgano de cuenca la solicitud de la Diputación para explotar las aguas de La Colada, las que tendrían que ir por esta conexión que la Junta de Andalucía tiene adjudicada desde hace seis meses y que también tiene que visar. Un proyecto al que el ente estatal, convertido en comisario político y no de aguas, precisamente, le tiene echado el freno de mano con una maraña burocrática y de exigencias que nunca aparecieron en su propia tramitación legal. Ya lo dijo su mandamás, Samuel Moraleda: «Es innecesaria». Y está haciendo todo lo posible para que así sea.

Si el marco hidrológico fuera otro, y si los vecinos del Norte de Córdoba llevaran un segundo año con garrafas y agua embotellada, no sé si el ente que dirige Moraleda y las consignas del gabinete de la señora ministra de Transición Ecológica perseverarían en este ridículo dique político a una obra necesaria a todas luces. Porque termina lo que el PSOE abandonó hace más de 15 años y porque viene a mejorar la provisionalidad de una actuación estatal infrautilizada -y averiada en su momento-. Alcaldes de todo signo, empresarios y vecinos de la zona no dan crédito al episodio burlesco de La Colada. Van a tardar lo mismo en autorizar este enlace que lo que les llevó hacerlo de manera provisional. Eso, ridículo.