Puigdemont frena el giro hacia el pactismo que necesita Sánchez: "Convergència no volverá"
Para disgusto de Pedro Sánchez, que ha aplazado la tramitación de los Presupuestos Generales hasta después de la celebración del congreso de Junts, esperando un viraje hacia el pragmatismo convergente en el partido que haga posible la aprobación de las cuentas, el cónclave va camino de convertirse en un nuevo acto de aclamación a Carles Puigdemont, que culminará con su designación formal como presidente del partido, desplazará a su actual líder orgánica, Laura Borràs, caída en desgracia tras su condena por corrupción, y contendrá, de nuevo, a los nostálgicos de la vieja Convergència que, capitaneados por el ex consejero de Economía Jaume Giró, llevan años esperando una oportunidad para hacerse con el control de una formación ciegamente arremolinada en torno al prófugo.
El congreso, que se celebrará entre el 25 y el 27 de octubre -coincidiendo con la efeméride de la declaración unilateral de independencia-, fue convocado a finales de agosto, tras la investidura del socialista Salvador Illa como presidente de la Generalitat y ya con Puigdemont nuevamente instalado en Bélgica tras su fugaz incursión en Cataluña. Después de certificar la imposibilidad de una repetición electoral y comprobar que Junts volvía a digerir con obediencia y seguidismo su sorpresiva maniobra de fuga, Puigdemont ordenó acelerar la convención para oficializar su vuelta a la presidencia del partido, cargo que abandonó en 2022 para centrarse en su estrategia de defensa jurídica y de promoción internacional de su figura.
La vuelta a la presidencia del Junts supondrá el incumplimiento de una de las últimas promesas del fugado, quien aseguró su salida de la primera línea política de no acabar investido president. Finalmente, Puigdemont buscará cobijo al frente de la formación que constituyó en 2020 para enterrar al PDeCAT -el último vestigio de Convergència, cuyo líder, David Bonvehí, acaba de integrarse en el Govern del PSC- y que dejó descabezada sólo dos años después.
Ese vacío fue oportunamente aprovechado por la ambiciosa Borràs, quien amenazó con desatar una guerra interna en el partido de no serle adjudicada su presidencia. Jordi Turull, su potencial rival, aceptó una solución salomónica, que pasó por no discutir el liderazgo de la entonces presidenta del Parlament y asumir la secretaría general.
Pero, lejos de resignarse a un rol secundario, Turull se ha ido haciendo desde entonces con el control de la formación, al tiempo que se ganaba la confianza de Puigdemont, quien lo ha convertido en uno de sus hombres fuertes. Sobre él recayó la negociación de la Ley de Amnistía y pivotan todas las conversaciones con el PSOE para subordinar el Gobierno del Estado a los deseos de Junts. El estrecho vínculo con Puigdemont quedó públicamente acreditado al convertirse Turull en una de las pocas personas que conocían su plan de regreso a España y que diseñaron y acompañaron al huido durante su nueva marcha.
Turull procede de Convergència, pero está perfectamente alineado con Puigdemont. «Junts no es CDC. Turull lo ha entendido y tiene la confianza de Puigdemont. Ahora deben entenderlo otros porque Convergència no volverá», resumen fuentes neoconvergentes.
Otros, como Giró y su círculo, esperan ávidos una ocasión para imponer su credo pactista. Ese que tanto anhela Sánchez para ver apuntalada su permanencia en La Moncloa, ese que parecía poder imponerse tras la victoria de Illa, pero que Puigdemont ha vuelto a acallar, sofocando cualquier posibilidad de insurrección interna.
El aún líder moral de Junts ya empujó a Giró a retirar su candidatura a las primarias para elegir al candidato a las generales, al designar a Míriam Nogueras, otro miembro de su núcleo que verá reforzado su papel en la dirección del partido. Algo que también sucederá con Mònica Sales, portavoz en el Parlament y coordinadora de la ponencia estratégica que se aprobará en el congreso. La negociación «pieza a pieza persistirá», aseguran en Junts, con lo que el no respaldo a los Presupuestos Generales seguirá dependiendo del valor del botín que Sánchez pueda ofrecer, no respondiendo nunca a un giro ideológico del partido tras su cónclave.
«Ya somos pragmáticos cuando pedimos las competencias en inmigración o buscamos acabar con el déficit fiscal de los catalanes en lugar de aceptar unos Presupuestos autonómicos al uso. Ya ponemos y seguiremos poniendo a Cataluña por delante», resumen fuentes de Junts, para señalar que Puigdemont detectó hace meses la necesidad de dotar al partido de una base ideológica y programática que superase su cometido inicial, el del mero impulso de la secesión como único fin y solución a las necesidades de Cataluña.
Además de buscar acomodo interno a Giró y los suyos, Turull tiene el encargo de saciar a Borràs, que aspira a seguir en la dirección de Junts al no poder asumir ningún cargo institucional por su inhabilitación. «El liderato de Puigdemont es indiscutible y Laura lo asume», certifican en Junts. Lo que no significa que se conforme con un retiro bien retribuido a pesar de su galopante debilidad interna. En 2022, Borràs colocó a dos vicepresidentes en la actual dirección. Francesc de Dalmases tuvo que abandonarla tras denunciarlo por intimidación una periodista de TV3 y Aurora Madaula, también enfrentada con el resto de la cúpula actual, está en la rampa de salida.
En su favor, la ex presidenta de la Cámara catalana blande el apoyo de la militancia, con quien sigue conectando. Podrían contentarla con la coordinación general del partido, bajo el mando de Turull, o la presidencia del Consejo Nacional, el máximo órgano entre congresos, que Josep Rull abandonará tras haberse visto aupado a la presidencia del Parlament. Otros fieles a Puigdemont como Albert Batet o Josep Rius tienen también preponderantes plazas reservadas en la Ejecutiva.