Donald Trump echa un cable al príncipe Harry pero arremete contra su mujer, la "terrible" Meghan Markle
Donald Trump ha regresado a la Casa Blanca como elefante en cacharrería y, en apenas tres semanas, ha arremetido contra todo y contra casi todos, y ha amenazado con poner patas arriba los frágiles equilibrios de la geopolítica global. Pero, al menos de momento, parece que sus andanadas respetan a una institución por la que es sabido que el republicano -como tantos estadounidenses- siente fascinación: la familia real británica. Así, el presidente resolvió el sábado una importante duda que flotaba en el ambiente desde su victoria electoral en noviembre, y que afectaba directamente a los Windsor. Trump dejó claro que no va a echar de Estados Unidos al príncipe Harry, el hijo díscolo del rey Carlos III. Que, como presidente, le va a echar un cable, que lo va a proteger.
A preguntas de un periodista, dijo que no expulsaría al también hijo de la recordada Lady Di aunque se demostrara que al solicitar su visado mintió a propósito de su consumo de drogas en el pasado. "No quiero hacer eso. Le dejaré en paz", aclaró Trump en declaraciones en exclusiva al The New York Post. Eso sí, a continuación añadió algo que demuestra que ni ha perdonado ni piensa perdonar a la esposa de Harry, Meghan Markle, a la que probablemente no considera un miembro de la familia real británica como tal, sino una mera advenediza. "[Harry] Ya tiene suficientes problemas con su mujer. Ella es terrible".
El polémico visado del príncipe Harry en EEUU es una cuestión espinosa que colea desde 2023, cuando la Heritage Foundation cuestionó la legalidad de la concesión de residencia al segundo hijo de Carlos III, ya que en su explosivo libro de memorias, En la sombra, admitió el consumo de drogas, algo incompatible con su permiso por parte del Departamento norteamericano de Inmigración. La Administración Biden bloqueó la publicación del expediente de Harry. Pero la mencionada organización tenía muchas esperanzas de que las cosas cambiaran con la llegada de Trump.
Y es que, el pasado marzo, Donald Trump, entonces recién iniciada su campaña para la reelección, advirtió al príncipe Harry con retirarle el visado si se demostraba que había mentido sobre el consumo de drogas al solicitarlo. En una entrevista con el político populista y cabecilla del Brexit Nigel Farage en la televisión GB News, Trump dijo que no debía dispensarse un tratamiento preferencial al duque de Sussex. "Tendremos que ver si se sabe algo sobre las drogas, y si mintió habrá que tomar las acciones apropiadas", dijo. La conservadora Heritage Foundation acababa de presentar una demanda contra el Departamento de Seguridad Nacional estadounidense al entender que se debería haber rechazado la solicitud del príncipe expatriado.
En aquel momento, Trump atacó también a Harry por "no haber respetado" a su abuela, la difunta reina Isabel II. El mandatario siempre demostró una profunda admiración por la soberana, heredada de su propia madre. Al republicano, de hecho, le gusta recordar el afecto que su progenitora sentía por la reina más grande de la historia del Reino Unido.
Como presidente, Trump puede hacer uso de sus prerrogativas para proteger la estancia de Harry en EEUU, independientemente de que mintiera o dejara de mentir al solicitar su visado. Y parece que es lo que está dispuesto a hacer. Pero, a la vez, no se va a privar de meter el dedo en el ojo a Meghan Markle. El presidente tiene muy clavada la espinita de lo "antipática y desagradable", que según contó él mismo, fue la duquesa de Sussex con él. Trump la calificó en su día de "activista demócrata". Y lo cierto es que la hemeroteca tiene declaraciones de ella, cuando todavía era actriz y no formaba parte de la familia real británica, contrarias al magnate.
Claro que Trump no se queda atrás como bocachanclas. Cuando era un célebre empresario alejado de la política sugirió que él podía haberse acostado con la princesa Diana, algo que debió de hacer retumbar los cimientos de Buckingham. O tiempo después escribió en su red social que Kate Middleton era la única culpable de que los paparazzi la hubieran fotografiado haciendo topless, porque "no debería tomar el sol desnuda".
Pero nada impidió que, en su primer mandato presidencial, Trump flirteara con la Monarquía británica. "¡No había nadie como ella!", reaccionó al fallecimiento de Isabel II, en 2022, de quien destacó su "generosa amistad, la gran sabiduría y el maravilloso sentido del humor", definiéndola como una "hermosa dama".
"Nuestro padre y toda nuestra familia sienten un tremendo respeto por la Monarquía", subrayó recientemente Eric Trump, hijo del republicano, al Daily Mail, que no ahorró en halagos: "Creo que una de las cosas más grandes y hermosas del Reino Unido es la familia real, lo que representa y lo que simboliza".