La crisis de la guerra de Ucrania empaña la conmemoración del 1.700 aniversario del concilio de Nicea

Mientras atardecía en esta ciudad en el Oeste del país, y poco después de que el muecín convocara a la oración a los musulmanes de la ciudad, el Pontífice llegaba a orillas del lago Íznik, que custodia bajo sus aguas los restos de una basílica del siglo V construida para conmemorar ese concilio, que afloró hace diez años cuando el terremoto de 2014 cambió los flujos del agua. Junto a patriarcas y metropolitas ortodoxos y otros representantes de Iglesias cristianas, el Papa y el Patriarca han rezado la oración que hace 1.700 años se compuso en este lugar, el Credo, como compendio de la fe cristiana. Es la misma oración que aún se repite en las misas de los domingos y en liturgias de algunas Iglesias ortodoxas.

Cuando en el año 2014 los ortodoxos plantearon al Papa Francisco la posibilidad de reunirse en Nicea para este encuentro, el mundo era diferente: Rusia no había invadido Ucrania y los ortodoxos de Constantinopla estaban viviendo un periodo de buenas relaciones con el Patriarcado de Moscú. Tanto es así que dos años más tarde, en febrero de 2016, el obispo de Roma y el líder de los ortodoxos rusos pudieron unirse por primera vez, encuentro que se celebró en el aeropuerto de la Habana. Aquel clima llevó a soñar con celebrar juntos los 1.700 años del concilio de Nicea para recordar lo que comparten católicos y ortodoxos y simbólicamente «recomenzar juntos» a partir de esas certezas.

Sin embargo, las divisiones internas entre ortodoxos, especialmente las tensiones entre el Patriarcado de Moscú (que representa a casi el 70% de los ortodoxos) y el Patriarcado ecuménico de Constantinopla (que la tradición considera 'primus inter pares'), después de que este último reconociera la independencia de Iglesia ucraniana respecto a Moscú, harán imposible que estén representados todos los cristianos. Tampoco los ortodoxos rusos han olvidado que el Papa Francisco insinuó que el Patriarca Kirill era «monaguillo de Putin» y rompieron el diálogo teológico con motivo del documento «Fiducia supplicans» que autorizaba la bendición a parejas del mismo sexo. «Están atrapados en intereses geopolíticos y por eso no podrán venir», lamenta una fuente de la Iglesia ortodoxa. «Pero hay que ir adelante, pues sólo una Iglesia unida puede dar un mensaje unido», añade.

El Papa no ha mencionado explícitamente la cuestión de la Iglesia ortodoxa rusa, pero parecía referirse también a ella cuando ha dicho que «el uso de la religión para justificar la guerra y la violencia, como cualquier forma de fundamentalismo y fanatismo, debe ser rechazado con firmeza, mientras que los caminos a seguir son los del encuentro fraternal, el diálogo y la colaboración». Mientras que el Patriarca Kirill bendijo las armas de Rusia en los primeros meses tras la invasión de Ucrania, León XIV ha dicho que «el deseo de plena comunión entre todos los creyentes en Jesucristo va siempre acompañado de la búsqueda de la fraternidad entre todos los seres humanos» y «no sería posible invocar a Dios como Padre si nos negáramos a reconocer como hermanos y hermanas a los demás hombres y mujeres». «Existe una hermandad universal, independientemente de la etnia, la nacionalidad, la religión o la opinión», ha subrayado.

Por otro lado, en Nicea, León XIV ha asegurado que actualmente vuelve a plantearse la cuestión central que llevó a convocar el Concilio y que en el fondo es una «amenaza a la dignidad humana». Se trata de la «herejía arriana» de quienes aseguraban que Jesucristo era un poco menos dios respecto a Dios Padre. Actualmente, según el Papa, «los cristianos corren el riesgo de reducir a Jesucristo a una especie de líder carismático o superhombre, una tergiversación que al final conduce a la tristeza y la confusión». «Al negar la divinidad de Cristo, Arrio lo redujo a un simple intermediario entre Dios y los seres humanos, ignorando la realidad de la Encarnación, de modo que lo divino y lo humano quedaron irremediablemente separados. Pero si Dios no se hizo hombre, ¿cómo pueden los mortales participar de su vida inmortal?», ha resumido.

«Nicea nos recuerda esto, que en el 325 la grande Iglesia caminaba juntos, a pesar de las problemáticas abiertas que luego provocaron divisiones», subraya sacerdote franciscano Paolo Raffaele Pugliese, que vive en Estambul. «Ha sido un encuentra histórico, porque nos acerca a la unidad», ha dicho a ABC el metropolita maltés Evangelios.

El encuentro en Iznik subraya que a pesar de las diferencias entre ortodoxos y católicos, siguen creyendo sustancialmente en lo mismo. Sin embargo, 1.700 años después del Concilio, tras siglos de discusiones, en Iznik sólo quedan las ruinas de una basílica sumergidas bajo el lago y ni siquiera un puñado cristianos. La oración juntos en Nicea no significa que se hayan reconciliado, pues ortodoxos y católicos siguen divididos, pero juntos han rezado para que este encuentro «dé abundantes frutos de reconciliación, unidad y paz».

La visita del Papa a esta ciudad se ha limitado al encuentro del Papa con los líderes cristianos, y no ha habido ningún acto dirigido a los 45.000 habitantes de esta ciudad. Las enormes medidas de seguridad impedían que los habitantes lo vieran. Se marcha el Papa y ellos esperan que la visita del Papa atraiga peregrinos.

Claves del Concilio de Nicea

En aquel concilio, celebrado en el año 325 en la actual Iznik, se compuso el Credo que aún siguen rezando católicos y ortodoxos, que entonces comenzaba con las palabras «Nosotros creemos» y que recoge los puntos fundamentales de la fe que ya profesaban. Más adelante, en 381, en otro concilio ecuménico celebrado en Constantinopla, la fórmula fue completada con la fe en resurrección de la carne, la vida eterna y la necesidad del bautismo para el perdón de los pecados. También en Nicea se puso fin a una controversia sobre el día en que debería celebrarse la Pascua. Al final se impuso la propuesta de Roma, y decidieron hacerlo el primer domingo después del equinoccio de primavera. Además fueron condenadas las herejías de Arrio que ponía en duda que Jesucristo fuera realmente Dios, y que dividían a los seguidores de Jesús.

El Concilio de Nicea no fue convocado por el Papa sino por el emperador Constantino, que en aquel entonces ni siquiera era cristiano, con la idea de eliminar tensiones entre creyentes que ponían en peligro la serenidad del Imperio romano. Invitó a todos los obispos del Imperio romano, unos 1.800, aunque sólo 300 pudieron trasladarse a Nicea para asistir a las reuniones. La mayoría eran representantes de Iglesias bizantinas, excepto cinco de la Iglesia latina, entre ellos el obispo español Osio de Córdoba, que actuó como representante del emperador. El entonces Pontífice, Silvestre I, era demasiado anciano y envió como representantes a los sacerdotes Vito y Vicente.

Cuenta la leyenda que entre los participantes estaba Nicolás de Bari, el santo que siglos más tarde se convertiría en Papa Noel, y que durante una de las discusiones perdió los estribos y abofeteó al sacerdote hereje Arrio, mientras muchos participantes se retiraban indignados del palacio imperial tapándose los oídos.

La decisión principal del Concilio fue componer el Credo de Nicea, pero tomó otras importantes medidas como prohibir la automutilación -práctica que cumplían algunos ascetas incluso con la intención de evitar tentaciones sensuales; prohibir la presencia de mujeres consagradas al servicio de sacerdotes; reconoce una autoridad especial a los obispos de Roma y de Alejandría y un especial honor al de Jerusalén; algunas reglas para permitir que fueran admitidos los cristianos que habían renegado de la fe en tiempos de persecuciones; y unificar la fecha de la celebración de la Pascua, que ya entonces se celebraba en tres días diferentes. También se compuso la oración del Gloria, que forma aún parte de la liturgia católica.