'Casa de muñecas', cuando Ibsen está ausente
Más enredo argumental que sustancia dramática, más superficialidad estereotipada que hondura, la versión de Eduardo Galán no acaba de mostrar la fuerza vital de todos estos seres ideados por Ibsen y lograr lo que esta obra simboliza desde que se estrenó en 1879. Aquí el grito de libertad de Nora se nos antoja forzado, su portazo al pasado se nos muestra inverosímil. La trama va y viene, pero no levanta el vuelo. En el terreno interpretativo, concretamente en el caso de Nora, María León nos muestra que no acaba de hacerse con el personaje, tal vez porque tampoco pueda ir más allá si tenemos en cuenta la falta de sustancia de los diálogos, el nulo vuelo poético del lenguaje y la carencia de un mundo mental y moral más allá de esta modernización tan tosca. La hora y media a que está reducido el texto de Ibsen se pasa, por tanto, esperando inútilmente a que algo nos conmueva, a que haya algo que nos reconcilie con este trabajo. Y lo encontramos tan solo en esa escenografía ideada por Lua Quiroga donde los distintos ambientes de la casa se componen y recomponen en sintonía con los estados emocionales de la protagonista (esa muñeca apresada en los muros de su insignificancia) y que resultan visualmente tan seductores.