Rory McIlroy, el renacer del niño prodigio del golf
Aquel crío al que sus padres regalaron unos palos de plástico cuando apenas sabía caminar y que luego se convirtió en el socio más joven del club norirlandés de Hollywood, ya era toda una estrella mediática. Él sabía que todo su éxito se debía al sacrificio de sus progenitores, pues Gerry llegó a trabajar cien horas semanales y Rosie a empacar cajas en un turno fabril nocturno para poder sufragar los gastos de entrenamientos y viajes de su hijo. Por eso, en cuanto Rory empezó a ganar dinero (renunció a ir a la universidad para facturar cuanto antes) les compró una casa y les quitó de trabajar. «Nunca podré agradecerles todo lo que han hecho por mí y las horas de sueño y convivencia que han dejado de tener para que yo cumpla mi sueño. No quiero que vuelvan a madrugar nunca más por mi culpa. Ahora seré yo quien cuide de ellos», declaró entonces.
Cuatro grandes en tres años
Las victorias se sucedían a ambos lados del Atlántico y su gran momento se consumó en 2011, cuando ganó el Open USA. Ese hito llegó después de la decepción de haber dilapidado cuatro golpes de ventaja en los últimos nueve hoyos del Masters de ese curso, lo que dejó clara su capacidad de reacción. Y como en los siguientes tres años conquistó otros tantos grandes (los PGA Championships de 2012 y 2014 y el 'British' de 2014) parecía claro que su dominio ya no tendría fin. Era número número uno mundial y ganador de las listas de los circuitos Europeo y Americano, pero todavía le faltaba un muesca en su revólver: la chaqueta verde de Augusta para completar un 'Grand Slam' que sólo habían logrado cinco golfistas en toda la historia.
No se sabe si por esa presión o por las distracciones que tuvo fuera de los campos (un matrimonio tormentoso y una posición beligerante como presidente de la asociación de jugadores que le causó numerosas enemistades), pero la realidad es que su lista de 'majors' se frenó en seco. Por eso, cuando once años después ganó al fin el Masters pudo respirar. «Ha sido una espera muy larga y lo mejor es que ya nadie me dirá que aún no lo tengo», suspiró aliviado ya vestido de verde.