J. D. Vance esboza su visión de política exterior entre críticas de los abortistas e insultos a su mujer por no ser blanca

J.D. Vance, el senador por Ohio escogido por Donald Trump para ser su vicepresidente si ganan las elecciones, celebró su gran noche este miércoles, madrugada de España, en la clausula de la tercera jornada de la Convención Republicana en Milwaukee (Wisconsin). Apareció por los pasillos del escenario principal, en el estadio en que juegan los Bucks de la NBA, el lunes, poco después de que se anunciara la designación. E incluso horas después ese mismo día, lo hizo de nuevo junto al propio Trump, en su primera aparición pública tras el atentado. Pero ni una palabra. Todo se guardaba para el tradicional discurso, y no defraudó.

La vida de Vance ha cambiado rápido y para siempre. El autor de unas memorias de éxito sobre la vida en un pueblo del decadente cinturón industrial del país, obra que le catapultó a la fama en 2016, llegó a la política hace muy poco, y su experiencia se limita a poco más de 18 meses en el Senado. Pero ya sabe qué supone el salto, que escruten cada una de tus palabras, discursos, tribunas, desde la época de la universidad hasta hoy. Vance, que antes de convertirse al catolicismo y de girar notablemente hacia la derecha criticó duramente a Trump, sabía que sus declaraciones ("el Hitler de américa", "sólo un idiota le votaría", etc) le perseguirían. Pero quizás no estaba preparado para el 'fuego amigo'.

Vance ha sido criticado por Joe Biden y Kamala Harris, que tendrá que debatir con él en unas semanas. Dicen que es un "clon" de Trump y que lo han puesto por débil de carácter. "Trump eligió a J.D. Vance como su compañero de candidatura porque Vance hará lo que Mike Pence no hizo el 6 de enero: doblegarse para facilitar la agenda extrema de Trump, incluso si eso significa infringir la ley y sin importar si hace daño al pueblo estadounidense", afirmó la presidenta de la campaña de Biden, Jen O'Malley Dillon, en un comunicado.

Vance estuvo en Irak, como periodista empotrado dentro del Cuerpo de Marines, y salió con una visión mucho más crítica, cínica, reacia a la expansión militar. Cree que hay que derrotar a Irán y a Hamás, que hay que ayudar a Israel. Pero también que cortar la ayuda a Ucrania. "Francamente, me da igual lo que pase", dijo no hace mucho sobre el futuro de Kiev. Salió defraudado por el Ejército y el país que le mandó al frente, y esa cosmovisión se ha ido perfilando. Las primeras reacciones en Europa, y sobre todo Ucrania, han sido de enorme pesimismo, anticipando un equipo en la Casa Blanca, si ganan, tremendamente hostil.

Pero los golpes más duros han venido de su Partido y del movimiento MAGA. El sector más duro de entre los antiabortistas están decepcionado, y se manifestaban a las puertas del reciento de Milwaukee repartiendo panfletos denunciando lo que consideran un abandono o una traición del Partido Republicano. A lo largo de su brevísima carrera, el senador de Ohio ha sido un opositor acérrimo del derecho al aborto, definiéndose como "100% pro vida". Lo ha convertido en una de las fuerzas motoras en su agenda y no ha puesto límites. Apoya que haya una prohibición federal del aborto, se ha opuesto a las excepciones por violación e incesto y cree que hay que proteger la vida "desde la fecha de la concepción". Pero ahora, la campaña la ha pedido, exigido, que eche el freno.

De su web han desaparecido referencias explicitas, porque Trump y su equipo no quieren ni mencionar la cuestión, porque aspiran a robar votos por el centro, entre los indecisos. Y el aborto es un tema tan divisivo que creen que los que ahora están decepcionados los votarán igual, pero necesitan pescar por el otro lado. "Hay que creer en excepciones razonables porque ahí es donde está el pueblo estadounidense. Y hay que dejar que cada estado tome esta decisión", dijo el lunes en la Fox, para enorme decepción del movimiento provida.

El segundo ataque, que ha superado ampliamente al otro, viene del lado más ultra del movimiento MAGA, de los Nick Fuentes o Jaden McNeil, supremacistas y nacionalistas blancos a alguno de los cuales Trump ha recibido en Mar-a-lago. "¿Realmente podemos esperar que el hombre que tiene una esposa india y llamó a su hijo Vivek apoye la identidad blanca?", lamentan en vídeos y mensajes en redes sociales. Usha Vance, la mujer del aspirante a vicepresidente, nació en EEUU, pero sus padres son de la india. El tertuliano conservador Stewe Peters escribió en su perfil de X algo mucho más concreto: "Hay un evidente golpe indio en Estados Unidos ante nuestros ojos", mientras compartía una captura de pantalla de un artículo sobre los tres hijos de los Vance.

Una jornada marcada por la seguridad

Antes que Vance tomaron la palabra congresistas, ex militares y expertos de su primer equipo de seguridad nacional. Estaba su ex consejera Kelly Anna Conway. Estuvo, muy aplaudido, New Gringrich, el ex speaker que hizo la vida imposible a Bill Clinton durante el caso Lewinsky. Matt Gaez, la joven promesa ultra de Florida, todavía más aplaudido. O el más moderado gobernador de Dakota del Norte, el favorito de Wall Street y Rupert Murdoch y que estuvo en la terna final para vicepresidente.

El eslogan de la tercera tarde de Convención era "Make America Strong Again", una variante del clásico Maga que pide hacer "América grande de nuevo". El lunes fue un país más rico y próspero. El segundo, uno más seguro, centrando en inmigración y crimen. Y hoy, el día de las relaciones internacionales, uno de los temas en los que los Republicanos están tradicionalmente más divididos. Todos coinciden en rechazar y restringir la inmigración, en bajar los impuestos, en una visión conservadora de la sociedad. Pero en política exterior el país siempre ha tenido diferentes escuelas, desde el aislacionismo al intervencionismo, siempre de la mano de un Ejército grande y poderoso.

El primer asesor de Seguridad Nacional de Trump fue John Bolton, uno de los 'guerreros de la Guerra Fría' y de la época de los neoconservadores, un halcón en Irán, por ejemplo. Ahora, el partido parece virar hacia posiciones más aislacionistas de nuevo. Y las posiciones de Vance, el único que tiene experiencia militar en estas elecciones, porque ni Trump, ni Biden ni Kamala Harris han vestido el uniforme, son más que relevantes al respecto.

EL INESPERADO REGRESO DEL CONVICTO NAVARRO

La tercera jornada de la Cumbre estuvo marcada sin embargo por una aparición inesperada, la de Pete Navarro, ex asesor en materia comercial de Trump, y condenado a varios meses de prisión esta primavera, después de que se negara (al igual que el gurú mediático Steve Bannon, ahora mismo también entre rejas) a comparecer ante el Congreso en una investigación sobre el asalto al Capitolio.

Fue una de las estrellas sin duda. "Si no controlamos al gobierno, el gobierno querrá controlarnos", dijo a una audiencia entregada. "Si no controlamos los tres poderes, nos meten a gente como yo y Bannon en prisión. Primero vino a por mí el legislativo, vuestra favorita Nancy Pelosi", dijo entra abucheos a la congresista demócrata. Después mencionó a Merrick Garland, el Fiscal General y al "departamento de Injustica", el "órgano corrupto" contra que esa misma mañana cargó Trump en sus redes sociales.

Navarro, que invitó a su pareja al escenario y la besó, fue el símbolo de la campaña. Antes, tener antecedentes era una línea roja y los equipos de campaña no dejaban que nadie así se acercara a kilómetros del presidente, porque podía tumbar las aspiraciones. Ahora, al revés, de la cárcel al escenario como héroe. Después de todo, el jefe es el primer presidente de la historia condenado por un jurado en un caso penal. No hay pena fijada, pero sí el estigma. O no hay un solo delegado, congresista o senado, no hay un solo votante o simpatizante en Milwaukee a los que les importe lo más mínimo.