«No puede ser que el niño acosado tenga que cambiar de colegio»
En este intento de dar visibilidad a este problema, Javier Urra, director clínico de Recurra Ginso y experto en salud mental infantojuvenil, advierte que el acoso escolar «es una de las principales causas de suicidio infantil«. Asegura que la etapa de los 10 a 13 años es especialmente sensible, y en ese tramo de edad, los niños necesitan sentirse parte de un grupo, ser aceptados y formar vínculos con sus iguales». Cuando son rechazados por motivos como su apariencia, su forma de ser, su rendimiento académico o su identidad, el daño que sufren quiebra su esperanza».
La detección y prevención de esta lacra es esencial, tal y como apuntan desde la Fundación Universitaria San Pablo CEU, que acaba de lanzar, por quinto año consecutivo, una nueva edición de su campaña de sensibilización frente al acoso y ciberacoso escolar 'Miradas atentas frente al acoso escolar'. Desde el área de Colegios CEU, se parte de una premisa fundamental: no es suficiente con intervenir cuando ya se ha producido el daño. Por ello, la institución promueve un enfoque integral que combina medidas preventivas y reparadoras, poniendo el foco en la formación de los adultos responsables de la educación y el bienestar de los menores.
Raül Adames, director del Área de Colegios CEU, destaca una serie de propuestas concretas para ayudar a los menores a desarrollarse en un entorno de respeto y convivencia.
1. Ayuda a tu hijo a conocerse: No se puede amar lo que no se conoce. El primer paso del amor es el conocimiento y 'en la medida en que me voy conociendo como soy, puedo valorarme y confiar en mí mismo'. Aprendemos, nos desarrollamos y maduramos como personas a través de la relación con los otros. Por eso, qué importante es convivir y pasar tiempo juntos padres e hijos en el hogar, primera escuela de la vida.
2. Muéstrele sus potencias: Aprender a confiar en uno mismo requiere conocer las propias fortalezas y orientarlas a la búsqueda del bien, no para la autocomplacencia, sino para ofrecerlo al mundo. Sólo poniendo al servicio de los demás nuestros talentos somos capaces de hacer un mundo mejor, más humano, más armónico, más pleno.
3. Dale a conocer sus límites: Aprender a confiar en uno mismo también requiere conocer las debilidades propias, no para vivir en una frustración desesperada, sino para estimular nuestra capacidad de afrontamiento y crecer en fortaleza y paciencia.
4. Forja su fuerza de voluntad: Las personas somos responsables de ir descubriendo nuestra identidad, somos seres en crecimiento. Esto conlleva esfuerzo y exigencia para hacer crecer nuestras fortalezas y superar nuestras debilidades, y así ir configurando nuestra identidad como hijos, amigos, compañeros, ciudadanos del mundo. Para ello es preciso ser responsable de mis quehaceres y relaciones.
5. Afianza tu autoestima: Saber quién soy me ayuda a tener una autoestima sana. Esto es posible en un entorno de confianza donde se dé una aceptación incondicional de mi persona que está en crecimiento. Ese entorno seguro se construye en el día a día, acompañando en las rutinas, compartiendo actividades con ellos, comunicándonos entre nosotros.
6. Enriquece sus habilidades comunicativas: La comunicación es una herramienta que nos permite construir relaciones, resolver conflictos y aumentar el autoconocimiento. No es válida cualquier forma de comunicarse, sino aquella que se desarrolla de forma adecuada, aquella que nos permite expresar nuestras ideas y sentimientos con libertad y respetando las ideas y sentimientos del otro.
7. Alimenta la vivencia de respeto hacia sí mismo y los demás: La clave está en saberse amado y valorado por lo que uno es, en saberse digno de ser amado por lo que uno es en sí mismo. El respeto hacia los demás comienza en el respeto hacia mi propio ser.
8. Ayúdale a identificar el maltrato en las relaciones: El maltrato tiene diferentes lenguajes, humillaciones, burlas… Hay que tomar conciencia de la diferencia entre lo lúdico y lo agresivo en las relaciones de convivencia.
9. Animar a decir NO: La suma de los puntos anteriores invita a la persona a ganar en recursos de autoconocimiento, ampliar su autoconcepto y, por tanto, su autoestima. Es por ello que ayudar a la persona a establecer límites e identificar situaciones de riesgo, favorecen a dar una respuesta como es decir NO ante situaciones que le hacen daño.
10. Enséñale a pedir ayuda: Pedir ayuda permite que quienes sufren de situaciones de acoso dejen de ser receptores para convertirse en agentes de cambio. Cuando un alumno pide ayuda, ya activa su red de apoyo. A partir de este momento, hay que generar una respuesta de corresponsabilidad y de cuidado para poder intervenir y dar respuesta a esta petición.
Este año, como novedad, la campaña de Fundación Universitaria San Pablo CEU incorpora una serie de vídeos difundidos a través de redes sociales. Estos contenidos, dirigidos tanto a jóvenes como a adultos, incluyen testimonios ficticios de personas que vivieron una situación de acoso escolar hace treinta años, así como piezas más breves que muestran cómo pequeños gestos pueden prevenir este tipo de situaciones en los centros educativos.
Para participar en la campaña, se emplaza a la sociedad a hacerse una foto o un vídeo haciendo un gesto simbólico vinculado a la campaña y subirlo a las redes sociales con la etiqueta #MiradasAtentas.
Ataques sin descanso
En este objetivo de acabar con el acoso escolar, Javier Urra recuerda que esta lacra no termina al salir del colegio o instituto. «El uso masivo de las tecnologías ha transformado la forma en que se manifiesta este fenómeno. El ciberacoso se ha convertido en una de las variantes más preocupantes por su capacidad de expandirse sin límites de espacio ni tiempo. Estas agresiones no dan descanso a la víctima: los ataques llegan a cualquier lugar y a cualquier hora. La difusión de imágenes, por ejemplo, puede viralizarse rápidamente, lo que hace prácticamente imposible su control».
Asegura que una de las particularidades que debemos tener en cuenta es la huella digital que deja el ciberacoso. La identidad se ve afectada no solo por lo que se publica, sino también por la cantidad de reacciones que genera. Esta exposición ocurre en un momento clave del desarrollo emocional y social de la víctima, dañando profundamente su autoestima y condicionando su capacidad para construir relaciones saludables en el futuro.
«La sensación de abandono se agrava cuando las personas adultas del entorno, como padres y profesores, no detectan esta situación o no intervienen a tiempo. Muchas víctimas de acoso no piden ayuda porque temen represalias, sienten vergüenza o creen que nadie podrá protegerlas».
Frente a este escenario, Javier Urra considera esencial que los centros escolares asuman su responsabilidad, puesto que «el acoso escolar es, ante todo, un problema de la escuela. El personal docente debe ejercer un liderazgo claro y ser capaz de observar qué sucede en el aula, de intervenir y establecer límites firmes. Es esencial frenar la influencia del 'líder negativo', ese alumno que dinamita la convivencia y somete a sus compañeros con impunidad. La autoridad educativa no puede ser neutral. Debe proteger a la víctima y marcar consecuencias claras al agresor».
Asimismo, los equipos directivos y las inspecciones educativas son clave para garantizar respuestas eficaces. «No puede seguir ocurriendo que el menor acosado sea quien acabe cambiando de centro educativo, dejando atrás a sus compañeros, profesores y rutina. Esto no solo no resuelve el problema, sino que amplifica el sufrimiento de quien ya ha sido vulnerado. Es el agresor quien debe asumir las consecuencias, no la víctima», concluye Javier Urra.