La derecha incompatible

El Partido Popular perdió –o ganó con insuficiencia– las últimas elecciones por precipitar unos pactos que permitieron a la izquierda agitar el voto del miedo. Y poco después Abascal demostró el error de ese acercamiento rompiendo unilateralmente los acuerdos con una discrepancia en política migratoria como pretexto. Ahora, con una severa crisis geopolítica por medio, esas desavenencias poco sustanciales han dado paso a un patente choque entre ambos proyectos, un antagonismo que vuelve en la práctica inviable su eventual convivencia en un Gobierno. Pedro Sánchez se ha encontrado con un regalo del cielo (o del infierno): el rechazo de muchos ciudadanos, incluidos los de centro, a la idea de ver a Vox al frente de un número significativo de ministerios.

Ítem más: ese hipotético Gabinete resultaría tan inmanejable como el actual, con el añadido de que la formación radical ya ha demostrado su desapego –indiscutiblemente honesto– a los cargos, y por tanto su disposición a abandonarlos al mínimo encontronazo. La inestabilidad del Ejecutivo podría entenderse como mal menor de un vuelco necesario, pero los acontecimientos recientes están revelando la existencia de profundas, esenciales incompatibilidades respecto a las políticas estratégicas de Estado. Hasta Ayuso ha dado por imposible ese acercamiento pragmático que sus propios sectores de apoyo tienen, o tenían, interiorizado.

Así las cosas, Feijóo tendrá en algún momento que arriesgarse y clarificar el panorama a sus electores potenciales. Tratarlos como adultos capaces de afrontar la realidad sin evasivas ni ambigüedades. Y hacerlo antes de que sea tarde. Ya no se puede fingir que no se ve al elefante porque está rompiendo a trompadas los cristales. Es hora de desengañarse; en estas circunstancias ciertamente graves, una fuerza democrática europeísta no puede ir a ninguna parte con los socios de los rusófilos húngaros y los neonazis alemanes. Y sí, claro que eso significaría una dificultad importante en el esfuerzo de desalojar a Sánchez. Pero el ejercicio del liderazgo implica una inevitable asunción de responsabilidades.