El luchador, el ‘rapero’ MAGA y un imitador de Elvis: la coronación de Trump desde dentro

Cuando Donald Trump apareció este jueves por el fondo del escenario, un ensordecedor grito unió las miles de gargantas que abarrotaban el parqué del Fiserv Forum, el estadio de baloncesto Milwaukee que ha acogido esta semana la Convención Republicana de la aclamación de Trump como el líder incontestable del partido.

A un lado, el cantante de country Lee Greenwood estaba tocando otra vez God Bless the USA, el himno del trumpismo que compuso involuntariamente hace 40 años, mientras el candidato republicano se movía con paso reflexivo con el fondo de una proyección de la Casa Blanca, un letrero luminoso con su apellido y, a un lado, la equipación de bombero voluntario de Corey Comperatore, la única víctima mortal del atentado del sábado pasado en el que Trump a punto estuvo de perder la vida en un mitin en Pensilvania. Al rato, el expresidente se acercó y besó el casco, y anunció que se habían recaudado 6,3 millones de dólares para las familias de Comperatore y de los otros dos heridos, David Dutch y James Copenhaver.

Tras la euforia inicial de ver por fin a su líder, cinco días después de casi perderlo, los delegados, que habían pasado la tarde a lo suyo, atendiendo intermitentemente a los oradores, hablando con la prensa y bailando rock sureño, se sumieron, levantados de sus sillas, un reverencial silencio. Y entonces, Trump, que habló más calmosamente que de costumbre, arrancó el relato de cómo vivió el intento de asesinato.

Aún tenía la oreja derecha vendada. Y advirtió: “No volveré a contarlo, porque me resulta traumático recordarlo”. Cuando dijo que aquel día en el que salvó la vida por los pelos “Dios estaba de su lado”, a un delegado de Illinois se le saltaron las lágrimas y una señora a lo lejos gritó: “¡Te queremos!”. La masa lo interrumpía con cantos de “¡Queremos más Trump!”, “¡U. S. A! ¡U. S. A!” o “¡Lucha! ¡Lucha! ¡Lucha!”, un homenaje a lo que el candidato dijo con el puño en alto después de que una bala le rozara la oreja. “Esta noche no debería estar aquí”, dijo, a lo que sus fieles respondieron. “¡Sí deberías estar!”.

Donald Trump besa el casco de bombero de Corey Comperatore, fallecido en el atentado contra el expresidente del pasado sábado.
Donald Trump besa el casco de bombero de Corey Comperatore, fallecido en el atentado contra el expresidente del pasado sábado. Mike Segar (REUTERS)

Una vez concluyó su emocionada reconstrucción personal de lo sucedido en Pensilvania, regresó poco a poco el Trump de siempre, con sus chistes sobre Abdul, un imaginario yihadista de Afganistán, sus mentiras, sus medias sus verdades y sus exageraciones para ensalzar los logros de su Administración y atacar lo que vino después, que interrumpían los vítores de los delegados republicanos. En otras palabras, el discurso se empezó a parecer bastante a uno de sus mítines, aunque había comenzado con una novedad: la promesa de que si gana en noviembre (y pareció estar convencido de que así será) ejercerá de “presidente de toda América y no solo de la mitad de América”,

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El tono calmado del candidato contrastó con la adrenalina que poseyó al resto de los oradores del día y con el ambiente de fiesta que se respiraba entre los delegados tras cuatro jornadas en Milwaukee. Entre ellos que se repitió el habitual desfile de extravagancias, desde los sombreros con forma de queso de los delegados de Wyoming (el Estado de los lácteos) a un imitador de Elvis llamado David Brown, republicano de Iowa. Aunque la mención especial se la llevaron los de Wyoming; estaban en la peor esquina, pero no pararon de bailar.

Capítulo aparte mereció el luchador Hulk Hogan, icono de esos años ochenta que Trump parece echar tanto de menos. Hogan hizo todo lo que se esperaba de él: vociferó de lo lindo, ensayó su gesto característico de llevarse la mano a la oreja y en uno de los puntos climáticos de la jornada de clausura de la convención de Milwaukee, se rompió la camiseta para dejar al descubierto otra, de la campaña de Trump-Vance, ahora que el ticket ya es el definitivo, tras la incorporación de J. D. Vance como candidato a la vicepresidencia.

La participación de Hogan, amigo de Trump “desde hace 35 años”, dijo, fue un momento ciertamente surrealista, poco común en una cita política de este tipo. Si alguien necesitaba una imagen para fijar el momento exacto en el que este partido dejó de ser el partido de Mitt Romney, John McCain o George W. Bush, tal vez sirva el instante en que Hogan se rompió la camiseta.

Kid Rock en su actuación de este jueves en la Convención Republicana.
Kid Rock en su actuación de este jueves en la Convención Republicana.ALLISON DINNER (EFE)

En derroche de testosterona, el luchador, al que siguió un predicador que fundió al público en una oración, tuvo un serio contrincante en la vieja gloria del rap-metal de los noventa Kid Rock, que estrenó una canción cuyo estribillo, otra referencia a la reacción de Trump tras el atentado, dice, puño en alto: “Say fight, fight, fight. Say Trump, Trump, Trump”. Kid Rock, que tenía como fondo la imagen de una bandera estadounidense y unas llamaradas virtuales propias de un concierto de heavy metal, se refirió a expresidente como el “machote americano más patriótico”.

Las guitarras y el griterío del cantante, que en los últimos años se ha convertido en una estrella del universo MAGA, contrastaron con otra selección musical, la que acompañó a la esperada entrada en escena de Melania Trump, “la próxima primera dama de Estados Unidos”, según la definió la locutora del evento. La convención llevaba cuatro días esperando el momento de su aparición, para la que escogió el adagio de la Novena de Beethoven mientras se dirigía al palco en el que su esposo siguió los discursos, sin ella, durante toda la semana.

Este jueves ese espacio estaba copado por la familia Trump (casi) al completo. Hacia el palco miraban con admiración los delegados de Maryland Christopher Anderson Jerry DeWall, ambos con una venda de mentira en la oreja derecha para mostrar su “respeto y admiración de una manera ligera por Trump”, dijeron.

Cuando Trump terminó su discurso, subió todo el clan al escenario y los globos cayeron sobre los delegados quedó definitivamente claro que esta convención también será recordada por haber batido récords de consanguinidad y endogamia (o nepotismo, según se mire). A la tribuna de oradores subieron en Milwaukee dos de los hijos de Trump (Donald Jr. y Eric), una nieta (Kai) y dos nueras (Lara Trump y Kimberly Guilfoyle).

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