Familiares perdonados o promocionados al Gobierno: el nuevo rostro del nepotismo en EEUU

Los diplomáticos de la Unión Soviética solían decir que, cada cuatro u ocho años, la política de Estados Unidos se quedaba "en suspensión activa", es decir, con todas sus funciones intactas pero sin que éstas se pusieran en marcha. La razón eran los dos meses que pasan de un cambio de presidente a otro.

Lo curioso es que en EEUU el presidente saliente no está en funciones tras las elecciones, y mantiene sus poderes hasta el segundo en el que su sucesor asume el cargo. Así que se trataba de una de esas normas consuetudinarias tan anglosajonas que son inviolables hasta que un día dejan de serlo. Así fue cómo George Bush 'padre', el 5 de diciembre de 1992, a falta de un mes y medio para que llegara su sucesor, Bill Clinton, autorizó un despliegue militar humanitario en Somalia, donde el Estado se había desintegrado, y un millón de personas estaban en riesgo de perecer de inanición.

El nuevo presidente tomó posesión con 25.000 soldados de EEUU y otros 12.000 de 28 países (desde España o Zimbabue) en Somalia, sin objetivos definidos y en un territorio que era un campo de batalla. El regalo de Bush 'padre' a Clinton se saldó con varias docenas de soldados y varios miles de somalíes muertos, un fracaso político, y un refuerzo de la alergia crónica de Clinton a las intervenciones terrestres en el extranjero. A cambio, los amantes del cine ganaron la película Black Hawk derribado, que marcó la resurrección comercial de Ridley Scott, y que se basaba en el bestseller del periodista de la revista The Atlantic y gran defensor de la tortura Mark Bowden.

Más de tres décadas después, EEUU está en otra transición movida, continuación de las de 2016, cuando pareció que Trump reemplazaba a Obama al día siguiente de las elecciones, y 2020, cuando el entonces presidente trató de robar las elecciones. Esta vez, sin embargo, no es solo Trump. Los últimos coletazos presidenciales de Biden están dando que hablar.

Algunos de ellos recuerdan a lo que hizo George Bush 'padre' en Somalia. Ahí se inscribe la autorización a Ucrania para que ese país use los misiles de largo alcance ATCMS contra objetivos en suelo ruso en el frente de Kursk, y la nueva regulación sobre exportaciones de microprocesadores a China.

Pero lo que de verdad ha desatado la caja de los truenos en la política de EEUU ha sido el perdón de Biden a su hijo Hunter. Eso, más que algo político, es un favor familiar, que contrasta con las declaraciones del presidente en junio de que no perdonaría a su hijo. Claro que entonces Joe Biden era el candidato a la Casa Blanca, y trataba de mostrar un criterio ético más alto que el de su rival, Donald Trump, declarado culpable por 34 delitos penales, y condenado por agresión sexual, falsedad documental y evasión fiscal.

Decisiones de última hora habituales

El domingo, a falta de 50 días para dejar la Casa Blanca, Biden vio las cosas de otra forma. Así que perdonó a su hijo, que iba a ser sentenciado en las próximas semanas en Delaware (por mentir en un cuestionario oficial y declarar que no era adicto a las drogas al comprar un arma de fuego) y California (por evasión fiscal de 1,4 millones de dólares, que equivale a 1,32 millones de euros). Su decisión ha desatado las iras republicanas y de los comentaristas de centro del New York Times, pero es, en realidad, algo muy común. En 2000, Bill Clinton perdonó a su hermano, Roger, que había estado en libertad condicional por conducir borracho. En 1974, Gerald Ford perdonó a su predecesor, Richard Nixon, que ni siquiera había sido formalmente imputado.

Donald Trump también perdonó a familiares. En 2020, lo hizo con Charles Kushner, el padre de su yerno Jard Kushner, casado con su hija Ivanka. Charles, que había sido demócrata toda su vida y amigo muy cercano del actual primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu (quien cuando visitaba su casa en New Jersey se quedaba a dormir en la cama de Jared), había estado en la cárcel 18 meses por fraude en 2005 y 2006.

El juicio a Kushner había tenido morbo, porque el empresario pagó 25.000 dólares (casi 24.000 euros) de hace 20 años a una prostituta para que sedujera a su cuñado, que era el principal testigo de la acusación, y le grabara teniendo relaciones sexuales. Después, entregó el vídeo a su propia hermana. La mitología neoyorquina dice que el que dio el vídeo a su tía fue el propio Jared, en una celebración familiar, como un presente inesperado y original que recomendó a la interesada ver a solas porque le iba a emocionar.

Ahora, Trump ha nominado a Charles Kushner al puesto de embajador en Francia, un cargo para el que no tiene ninguna experiencia y que ha sentado a los franceses como un acto de desprecio. No es el único familiar de Trump que con cargo en el nuevo Gobierno. El suegro de su hija Tiffany, el empresario de origen cristiano libanés Massad Boulos, con amplia experiencia en la política de su país, ha sido nombrado asesor especial del presidente para Oriente Próximo. Otro empresario que jugará un papel destacado en la política para Oriente Próximo del futuro presidente es el constructor israelí-estadounidense Steve Witkoff, que ve la solución del problema entre Israel y Palestina "como una cuestión inmobiliaria", en la que hay que cambiar unas parcelas por otras según el diario The Wall Street Journal.

Ninguna de esos nombramientos, sin embargo, ha levantado el temor que ha desatado el de Kash Patel para la dirección del FBI, en sustitución de Chris Wray a quien, paradójicamente, el propio Trump nombró en su primera presidencia y que ha seguido en el cargo con Biden. Patel ha trabajado como fiscal federal, como asesor en el Congreso y en la Casa Blanca, y como jefe de gabinete del secretario de Defensa, lo que le da unas cualificaciones muy pobres para dirigir la mayor policía de Estados Unidos, con 7.000 miembros.

Pero el principal factor de riesgo de Patel es su ideología. En 2020, cuando Trump lo puso como jefe de gabinete del Departamento de Defensa en los dos meses que siguieron a su derrota electoral, el nominado escribió un memorando que afirmaba que las Fuerzas Armadas no son apartidistas. Esto, en el contexto de los intentos de Trump se falsear el resultado de las elecciones, parece indicar una clara tendencia a usar a los uniformados para defender posiciones políticas. Posteriormente, Patel ha sido que, cuando llegué al poder "iré a por vosotros, los periodistas", y que perseguirá a los enemigos políticos de Trump, en especial a aquellos que trabajaron con él en su primer mandato y no le mostraron la debida lealtad.