La herida de Katrina sigue abierta en Nueva Orleans, veinte años después: «Nos han olvidado»

Ahora retirado, Baquet trabajó durante años en 'The Times-Picayune', el periódico local más importante de Nueva Orleans, ya extinto. Allí fue el editor de la portada durante el desastre que aguó la fiesta: el huracán Katrina, la ruptura de los diques que protegen a la ciudad de las crecidas, la inundación bíblica, uno de los peores desastres naturales de la historia de EE.UU., la mayor tragedia de esta perla del Golfo de México. Cerca de 1.400 muertos, casi 200.000 millones de dólares de devastación.

Este agosto se cumple el 20º aniversario de aquello y la ciudad ha pasado página. El visitante no encuentra muchas huellas del Katrina por las calles coquetas del centro histórico, donde pervive el legado español y francés: una estatua conmemorativa a la orilla del Espíritu Santo -ese fue el nombre que dio al Misisipi el explorador extremeño Alonso Álvarez de Pineda- con una casa incrustada sobre un árbol; un memorial en un parque alejado del centro; un mural despintado y agrietado sobre la 'resistencia' de Nueva Orleans.

La materialización de que la ciudad ha superado al Katrina es la Super Bowl de este domingo. El acontecimiento del año en EE.UU. -no solo deportivo- se celebra en el Superdome, el estadio local. Hace veinte años fue el refugio caótico para 30.000 vecinos que no tenían dónde ir. Fue un caos absoluto durante días, entre desabastecimiento, inundaciones, violencia. Ahora es el centro de la celebración, como también lo fue en la Super Bowl de 2013.

«Tratamos de olvidar el pasado y eso nos hace daño», dice Baquet, que contribuyó a dos premios Pulitzer por la cobertura del desastre. «Lo que ocurrió con Katrina es parte de Nueva Orleans: se perdieron muchas vidas y con ellas mucho peso cultural. Y tratamos de no mirar a eso», añade Baquet. «Ahora Nueva Orleans es más Disneyworld y menos una meca cultural».

Imagen - «Se perdieron muchas vidas y peso de la cultura. Nueva Orleans es hoy más Disneyworld y menos meca cultural»

«Se perdieron muchas vidas y peso de la cultura. Nueva Orleans es hoy más Disneyworld y menos meca cultural»

Terry Baquet

periodista retirado

Apenas un trayecto de diez minutos separa los centros turísticos de la ciudad del Canal Industrial. El chirrido estruendoso de un puente levadizo descomunal abre la puerta al Lower Ninth Ward, uno de los distritos más afectados por Katrina. Mientras la ciudad olvida, ese pasado doloroso es aquí el presente.

Los diques de este canal cedieron en tres puntos. El agua del lago Pontchartrain entró con violencia en esta zona de población negra y de bajos recursos. Ahora ya no flotan como entonces los cadáveres. Ni se amontonan las casas destruidas, desgajadas de sus pilares, empujadas por el lago como barquitos de papel. Pero el Lower Ninth Ward parece el escenario de un desastre que ocurrió hace dos meses, no hace dos décadas.

«Se olvidaron de nosotros», dice Burnell Cotlon, mientras mira a su alrededor, un mar de terreno abandonado. El Lower Ninth Ward es como un solar enorme, salpicado por las casas que sobrevivieron o que se han reconstruido. «Antes del huracán, todo esto eran viviendas, había negocios en cada esquina, una clínica dental, médico… El Lower Ninth Ward era una ciudad en sí misma», asegura. Ahora lo único que queda es alguna gasolinera. Y su tienda, Burnell's Lower 9th Ward Market. Aunque es mucho más que eso, pese a ser un negocio humilde. En un extremo, es una lavandería. En el otro, una cocina para servir la comida de Nueva Orleans, el bocadillo 'po' boy', el gumbo. También corta el pelo. Y vende comida fresca, bebidas, básicos del hogar, juguetes.

La recuperación es limitada, al margen de la labor de alguna ONG J. ANSORENA

«Yo lo perdí todo. Mi casa acabó en medio de la calle. No conservo ninguna fotografía de mis abuelos. Muchos vecinos murieron, muchos más nunca volvieron«, cuenta Cotlon, siempre con una sonrisa. »Pero, en lugar de dejarme llevar por la rabia, en lugar de sentirme victimizado, hice algo. Invertí los ahorros que tenía en esta tienda y trato de ser un faro de esperanza«.

Seguro que en algún momento de la Super Bowl se proyectarán lemas como 'New Orleans Strong' ('Nueva Orleans fuerte') y se hablará de 'resilencia', con el barniz añadido del reciente atentado terrorista de la pasada Nochevieja, en el que el atacante mató a catorce personas embistiendo con su furgoneta en Bourbon Street. «Resiliencia. Odio esa palabra», dice Laura Paul en el porche de su casa, en el sur del Lower Ninth Ward. «Lo que preferiría para esta comunidad es que no tuviera que ser resiliente. No sé, que los diques aguantaran. Que eliminaran las barreras para acceder a servicios».

«Racismo institucionalizado»

La razón de que el Lower Ninth Ward, al contrario que la mayor parte de Nueva Orleans, no se haya recuperado es la misma razón por la que era un lugar pobre antes del huracán: «Racismo institucionalizado», defiende. Muchos de los residentes no pudieron navegar el intrincado sistema para reclamar compensaciones a los seguros, obtener ayudas, beneficiarse de programas multimillonarios de reconstrucción. Ni tenían la capacidad económica para empezar aquí de nuevo.

Paul no es negra, ni de Nueva Orleans. Ni siquiera es estadounidense. Es una canadiense que tras perder su trabajo en 2005 se fue de viaje y pensó pasar un par de días en labores de voluntariado en la ciudad del Misisipi, unos meses después del huracán. Al final se quedó y lidera Lowerninth.org, una ONG que trata de que el distrito se recupere. Empezando por lo principal, la vivienda. Han construido casi un centenar en la última década y han arreglado otras cuatrocientas.

«Nuestra estimación es que solo un 25% de los residentes han regresado aquí en estos 20 años», sostiene Paul, que ironiza sobre la recuperación de Nueva Orleans. «En el décimo aniversario, el alcalde de la ciudad, Mitch Landrieu, dio un discurso y anunció que la reconstrucción había acabado», recuerda. «La gente puede hablar todo lo que quiera en la Super Bowl sobre recuperación, resiliencia y todas esas cosas. Pero date una vuelta por aquí y dime si eso es verdad».

Imagen - «Resiliencia. Odio esa palabra. Preferiría que esta comunidad no tuviera que ser resiliente»

«Resiliencia. Odio esa palabra. Preferiría que esta comunidad no tuviera que ser resiliente»

Laura Paul

ONG Lowerninth.org,

Esa vuelta por el Lower Ninth Ward muestra una recuperación esquelética. Entre los descampados, un grupo de estudiantes de arquitectura de la cercana Tulane University levanta una casa para una persona sin hogar. Es un programa de la ONG Louvis Services, que construye un hogar por año. Debe ser raro para los vecinos ver a un grupo de chicos blancos en plena obra. «La gente nos mira extrañada la primera vez que nos ve», reconoce Nikos Theoharis, uno de los estudiantes.

No se ve mucho más que eso. Es un barrio desolado. El zumbido de un coche es un acontecimiento. Buena parte de las aceras están comidas por la maleza, no llevan a ningún sitio. Entre las casas desperdigadas, algunas están cubiertas con tablones, señal de abandono. Otras lucen con orgullo decoraciones del inminente Mardi Gras. Una niña juega sola delante de su casa. Los adolescentes comen 'snacks' y escuchan la música atronadora que escupe el altavoz a las afueras de la tienda de Burnell, una de las pocas señales de vida.

Dentro, el dueño muestra con orgullo su 'muro de la fama', las fotos colgadas con visitantes ilustres. Por su tienda han pasado Barack Obama, Mark Zuckerberg, Alicia Keys

El domingo estará en la ciudad Donald Trump, que se dará un baño de masas en la Super Bowl. Será el primer presidente en su cargo en hacerlo, el primero en meter la política en el día más señalado del año en EE.UU. ¿Qué le pediría si viniera por aquí?

«Lo primero: sería un honor que viniera. Es el presidente de EE.UU., tanto si lo odias como si lo amas. Y yo soy un hombre militar (Cotlon es veterano del ejército) y siempre voy a honrar al presidente», dice. «Pero le pediría ayuda. Que nos ayude a entrar en el siglo XXI, que tengamos una oportunidad para ponernos como el resto de la ciudad».

'Arreglad mi casa, Brad Pitt y Angelina Jolie', en la avenida Tennesee J. ANSORENA

En su muro no hay foto con Brad Pitt, uno de los famosos que más se implicó en la recuperación del Lower Ninth Ward. El actor impulsó la fundación Make it Right, que levantó casas para que pudieran volver residentes. Se ven muchas de ellas en la avenida Tennessee, una zona muy afectada, con diseño modernista. Pero eso tampoco acabó bien. 'Arreglad mi casa, Brad Pitt y Angelina Jolie' reza un cartel que un vecino-activista, Robert Green, tiene plantado delante de la fachada. El cartel lleva una foto de Green, que perdió a su madre y a una nieta por Katrina, con el actor. Las casas que apadrinó Pitt fueron fueron construcciones de baja calidad. Se construyeron 109 desde 2007 y de ellas, solo seis quedaban en buen estado quince años después. Muchas de ellas están abandonadas porque se caen.

En esa misma avenida vive Mimi James, que sale al porche mientras su novio arregla una motocicleta sobre la acera. Cuando regresó al barrio después del huracán, su casa estaba liquidada. La de su madre se había desplazado cuatro manzanas empujada por el agua. Ahora protesta, sobre todo, porque están abandonados. «Aquí no ha habido recuperación. No hay tiendas, no ponen autobuses, no hay servicios, no están ni siquiera intentando que eso se recupere«.

De vuelta hacia el puente levadizo que devuelve la Nueva Orleans de la juerga, se escucha un trombón solitario entre las casas. Ya falta menos para Mardi Gras. Pero entre los pilares de hormigón que un día soportaron hogares, el metal suena menos a carnaval y más a entierro.