Hacer girar un transatlántico o cómo el BCE debe contar con un retardo de hasta dos años al aplicar sus medidas

El Banco Central Europeo (BCE) ha aprobado este jueves una nueva bajada de los tipos de interés de 25 puntos básicos -la tercera desde que en junio decidió recortarlos por primera vez en ocho años- hasta situarlos en el 3,25%, un movimiento, sin embargo, que no tendrá efectos inmediatos en la economía real. La política monetaria requiere, como conducir un trasnatlántico, mucha anticipación, porque aunque giremos el timón hoy el barco no hará lo propio hasta pasado un tiempo.

Es lo que se conoce como el problema de los retardos, que son internos, porque a veces los propios bancos centrales se demoran en tomar decisiones cuando ven las primeras señales en la economía, y también externos, porque sus decisiones a veces tardan en afectar a las decisiones de los agentes económicos, consumidores o empresas. Estos últimos se adaptan más o menos rápido a la nueva tendencia en función de su formación financiera.

El mandato principal del BCE es mantener la estabilidad de precios en la Eurozona, algo que se considera logrado cuando la inflación (lo que suben los precios anualmente) se sitúa entre en el 0% y el 2%. Después de años de una política monetaria laxa, con tipos de interés muy bajos y una compra continua de deuda por parte de la institución con sede en Franckfurt, la ola de inflación desatada con la recuperación tras el covid obligó al BCE a actuar por primera vez en once años.

Fue en julio de 2022 cuando Christine Lagarde anunció la primera subida de los tipos de interés en más de una década, pero para entonces la inflación ya superaba el doble dígito en España, estaba en el 10,8% y a partir de ahí fue corrigiendo, y en la Eurozona se situaba en el 8,9%, nivel que todavía superaría los meses siguientes llegando al 10,6% en promedio en octubre.

Se puede pensar que el BCE actuó tarde y a ese retraso se sumó el tiempo que ha tenido que pasar para esa política tenga un efecto en los precios. La idea de subir los tipos de interés para intentar frenar la inflación parte de la base de que si el dinero es más caro (nos piden más intereses por los préstamos y aquellos que estén en vigor, como las hipotecas, suben sus cuotas), familias y empresas tendrán menos dinero disponible para gastar, consumirán menos y, ante la caída de la demanda, los vendedores se verán obligados a moderar las subidas o incluso bajar los precios para conseguir vender y mantener sus beneficios.

Esto implica, por tanto, que una política monetaria restrictiva para contener la inflación tiene que ponderar el riesgo de enfriar la economía más de la cuenta, ya que eso podría llevar a una recesión.

Aunque esa es la teoría, lo cierto es que desde que el BCE empezó a subir los tipos y hasta que la inflación en la Eurozona ha empezado encarrilarse han pasado más de dos años. De hecho, ha sido por primera vez este septiembre cuando el índice ha bajado del 2% -concretamente, al 1,7%- en la Eurozona. Por el camino han intervenido también fuerzas que actuaban en dirección contraria a la política del BCE, como una política fiscal que ha inyectado miles de millones de euros en la economía europea y medidas discrecionales de los países para mantener e incluso elevar las rentas de los ciudadanos.

El Banco de España ya había advertido en su informe anual de 2022 que la velocidad de transmisión a la economía real de un endurecimiento de la política monetaria sería "muy lenta" en lo relativo a conseguir un "descenso de los precios como consecuencia de la caída en la demanda agregada y la apreciación del euro", algo que enmarcaba en un periodo de "18 a 24 meses".

Aterrizaje suave

La parte positiva está en que este descenso de la inflación se ha conseguido sin que la economía haya entrado por ahora en recesión -el PIB de la Eurozona creció un 0,2% en el segundo trimestre y un 0,3% en el primero-, si bien hay señales que podrían estar apuntando a que la contracción acabará llegando. Esto podría estar animando al BCE a continuar con la bajada de tipos que inició en verano en las próximas reuniones previstas antes de fin de año.

Las bajadas aprobadas ahora supondrán un alivio para los hipotecados a los que se revise la cuota los próximos meses, ya que el Euribor irá bajando a medida que se consolide la expectativa de bajada a futuro. España tiene, además, junto a otros países como Portugal o Finlandia, un peso muy elevado de propietarios de viviendas con hipotecas a tipo variable, "fueron especialmente populares cuando los consumidores adquirieron sus casas en el pasado", apunta el BCE en un post reciente, de ahí que el impacto de la bajada será mayor que en otros países. Esto podría notarse a su vez en los alquileres, en los casos en los que los propietarios estén hipotecados y trasladen ese alivio a sus inquilinos.

A más largo plazo, como ha ocurrido ahora, las bajadas de tipos reactivarán la economía y volverán a impulsar los precios al alza, pero pasará un tiempo hasta que eso ocurra. El timón del transatlántico vuelve a empezar a girar ahora, pero el barco no se moverá hasta pasado un tiempo. De hecho, Lagarde contempla que pese a las bajadas la inflación siga descendiendo de forma inercial durante el próximo año. "Hace dos años empezamos a subir los tipos de interés porque la inflación estaba demasiado alta. Hoy, la situación ha mejorado. Aunque algunos precios siguen aumentando notablemente, sobre todo en los servicios, la inflación general ha bajado mucho. Actualmente está en la senda adecuada para llegar al 2% el año que viene, que es el nivel que nos fijamos como objetivo para lograr la estabilidad de precios", admitía ella misma recientemente.