Renta y maternidad: más dinero no equivale a más hijos (ni a tenerlos antes)

Laura Albor

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En Pozuelo de Alarcón, el municipio con la renta neta por persona más alta de España, las mujeres tienen su primer hijo, de media, superados los 32 años. En el extremo opuesto, en La Línea de la Concepción —una de las localidades con menor renta per cápita del país—, la maternidad comienza, de media, a los 28. Tal y como se observa en el siguiente gráfico, la tendencia es ascendente: a mayor renta, más tarde llega el bebé.

«Las rentas más altas suelen estar asociadas a puestos profesionales de mayor cualificación; las mujeres han pasado más tiempo formándose, por lo que la maternidad se pospone», apunta Alberto Sanz, profesor titular de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

«La variable educativa influye más en la fecundidad que otros factores: cuanto mayor es el nivel de estudios, menor suele ser el número de hijos. Las universitarias tienden a tener menos descendencia porque manejan expectativas vitales marcadas por la independencia y la autonomía personal».

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Para el profesor de Sociología en la UCM, Mariano Urraco, hay dos ópticas desde las que abordar el hecho: «Lo más directo sería decir que las mujeres quieren formarse más para tener mejores empleos, que es una visión positiva. Pero la visión negativa podría ser que las mujeres tienen que formarse más para escapar de situaciones de precariedad mucho más graves. Es decir, no es tanto "yo me quiero formar" como "no me queda más remedio que formarme"».

Más renta, mismos hijos

En España, la edad media a la que se da a luz al primer hijo es de 31,5 años, con un 10,8 % de mujeres que lo hacen cuando ya han soplado las 40 velas o más.

«Mis abuelos, con 20-22 años, estaban pensando en casarse y salir de casa. Mi generación, con 28-30, ahora resulta que esto sucede cerca de los 38-40. No te puedes ir porque se ha alargado el proceso formativo, por el tema de la vivienda, que estamos en una auténtica crisis habitacional… Todo esto retrasa la emancipación y, por tanto, la edad de maternidad», señala Sanz.

Un hecho inherente al retraso de la edad de maternidad es la caída del número de hijos por mujer. Si en 1975 la media estaba en 2,8, en 1982 se situó por debajo de los dos hijos, para seguir en caída libre hasta el 1,1 actual.

Si se cruzan de nuevo los datos de renta y media de hijos por mujer, se observa cómo una nube de puntos se concentra en el centro: la riqueza no parece ser un factor determinante en esta cuestión. Por seguir con el ejemplo anterior, en Pozuelo de Alarcón, según el último dato del INE, la media es de 1,3 hijos por mujer; en La Línea de la Concepción, se sitúa en 1,4.

A simple vista, los datos contradirían uno de los discursos más extendidos sobre la caída de la natalidad en España: el de la precariedad como una de sus principales causas.

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En este sentido, para Urraco, es la clase social la que explica esa aparente desconexión entre el número de hijos y la renta: «Cada clase social tiene sus estándares de qué se entiende por ese mínimo necesario para llevar a cabo una crianza "normal"», señala. «A medida que ascendemos, las clases sociales más pudientes entienden que un hijo debe tener una serie de recursos para poder ser criado "convenientemente", según sus propios estándares».

Así, un caso podría ser el de compartir o no habitación. «Hay gente que lo considera normal, mientras que para otros es algo aberrante: "No podemos tener más hijos porque, ¿dónde los vamos a meter?"», ejemplifica el profesor.

¿Cambio de mentalidad?

Hace unos días, el profesor de Economía de la Universidad de Barcelona, Gonzalo Bernardos, achacaba, en un programa de televisión, la caída de la natalidad en España a la inmadurez de los jóvenes: «La adolescencia ha cambiado. Ya no es de 15 a 18 años, sino que llega hasta los 35, y la gente lo que quiere es disfrutar. Y si tienen hijos, pueden viajar y disfrutar menos. Por lo tanto, no se tienen hijos», afirmó.

Pese a lo provocadora que pueda parecer la declaración, lo cierto es que, según explica Sanz, en sociología hay una teoría, formulada por Massimo Livi Bacci, que habla de que en la actualidad se vive con un «síndrome de retraso», pero no sólo en la juventud, sino en todas las etapas de la vida. «Todo se posterga: la gente cada vez sale más tarde de casa, accede más tarde a una situación económica estable… Todo se retrasa, incluida la edad de maternidad», señala el profesor. «Pero el reloj biológico sigue marcando el mismo horario: no ha cambiado».

Para Urraco, la «clave fundamental» es la dificultad que existe para el «proceso de emancipación de los jóvenes». «A la gente le puede gustar la idea de tener hijos, pero el problema está en que no puede tenerlos según los estándares en los que se ha socializado», explica. «Personas que ahora tienen 30 o 40 años han visto cómo fue su infancia, y con eso comparan cómo sería la infancia que podrían ofrecer a sus hijos. Y ahí hay un problema económico de fondo, de creciente precarización».

La particularidad española

El invierno demográfico español, caracterizado por ser el segundo país de Europa con menor número de hijos por mujer y por tener el índice más alto de madres primerizas mayores de 40, tiene sus propias particularidades sociales, que comparte con otros países como Grecia (9,7 % de madres mayores de 40) o Italia (8,7 %).

«El régimen de bienestar español es 'familista', es decir, carga sobre la familia muchísimas responsabilidades que en otros países asume directamente el Estado», afirma Urraco.

«Hay un doctor que habla de familia 'fuerte' y 'débil'. Esta última es la propia del norte de Europa, donde las demandas del individuo no se responden tanto en el núcleo familiar, sino en la sociedad. A los jóvenes, por ejemplo, se les dice: "Estudia, pero en cuanto puedas, accede a un trabajo; es importante que busques dónde vivir"», explica el profesor Sanz, que apunta a que estos países cuentan con una infraestructura y ayudas estatales que facilitan esa emancipación.

Por el contrario, en España la situación es la inversa: «Las familias hemos aprendido que, para que nuestros hijos tengan las mejores oportunidades en la vida, hay que facilitarles lo máximo posible esa 'parrilla de salida'. No es necesario que se incorporen rápidamente al empleo: nosotros les mantenemos. "¿Por qué salir del hogar, por qué comprar una casa, si va a ser peor que lo que tengo con mis padres?"», ejemplifica Sanz.

Con el cuidado de los ancianos o de los hijos sucede lo mismo: el Estado delega gran parte de esa responsabilidad en las familias. «Los abuelos y las abuelas juegan un papel fundamental en el cuidado de los nietos y, de alguna manera, entran en la ecuación a la hora de pensar en tener hijos», reflexiona Urraco. «Sucede que, cuando el mercado de trabajo empuja a mucha gente a irse a otra ciudad, esa gente se lo piensa antes de tener hijos, porque no cuenta con una red de apoyo familiar».

La maternidad en España se retrasa, se contiene y se cuestiona. Más que una consecuencia directa de la renta, parece el resultado de una transformación social más profunda, en la que intervienen la formación, la vivienda, la red familiar y las propias ideas sobre el significado de criar bien.

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Sobre el autor Laura Albor

Licenciada en Periodismo, escribo en ABC desde 2016. Antes, en Cadenaser.com y lainformacion.com.

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