El expresidente francés no se da por vencido y seguirá presentando recursos, europeos, quizás. Tras conocer la sentencia, acompañado de su esposa, Carla Bruni, en una situación personal crítica y amenazada, Sarkozy hizo una larga y apasionada crítica contra la sentencia y la Justicia, declarando: «Se trata de una sentencia de una gravedad extrema, contra el Estado de derecho, contra la confianza que los franceses pueden tener en su justicia. Soy condenado por haber dejado hacer, supuestamente, a mis colaboradores, con la presunta idea de una financiación ilegal de mi campaña presidencial. Todo es falso. Soy inocente. Asumiré mis responsabilidades. Quieren meterme en prisión. Dormiré en la cárcel. Pero entraré con la frente alta. Soy inocente, víctima de una injusticia y un escándalo».
Batalla judicial
Sarkozy transformo su defensa en una crítica radical contra el sistema jurídico y el tribunal que lo ha condenado, confirmando el inicio de una nueva batalla judicial: «Quienes me odian piensan humillarme. Son ellos los que se han humillado, humillando a Francia. Ellos han traicionado a Francia y a los francesas, cometiendo una injusticia. No tengo espíritu de revancha, ningún odio. Pero lucharé hasta el fin para probar mi inocencia».
Más allá de la peripecia trágica de Sarkozy, su condena, a la espera de ejecución, se ha transformado en una tormenta política nacional.
Los abogados del expresidente tienen cuatro semanas para intentar evitar la cárcel, presentar recursos europeos o encontrar algún procedimiento excepcional. Ante tal eventualidad, la Fiscalía financiera del Estado ha comenzado por presentar su propio recurso. Si Sarkozy esperase evitar la cárcel con una batalla jurídica de nuevo cuño, debería enfrentarse a la Fiscalía, también, agravando su caso.
El jefe de gabinete de Sarkozy y varios de sus consejeros íntimos también han sido condenados a duras penas de cárcel con multas millonarias. El expresidente acapara el centro de la tormenta judicial. Pero su caso tiene muchos flecos, todos inflamables.
«Dormiré en la cárcel. Pero entraré con la frente alta. Soy inocente, víctima de una injusticia y un escándalo»
Nicolas Sarkozy
Expresidente de Francia
Extrema izquierda e izquierdas ironizaron ayer sobre la condena. Extrema derecha y derechas, con ciertas reservas, manifestaron un cauto apoyo formal a Sarkozy. Los centristas, amigos de Macron, guardaron un prudente silencio.
Por su parte, en la derecha tradicionalista la exdiputada Christine Boutin hizo la comparación más atrevida y un tanto peregrina: «La condena de Sarkozy me recuerda la condena de Luis XVI a la guillotina. En esas estamos. La condena de nuestro presidente nos recuerda la condena de nuestro Rey».
Las asociaciones de jueces y de la lucha contra la corrupción apoyan muy mayoritariamente la sentencia, insistiendo en la independencia de los magistrados, en este y otros casos.
Según la legislación francesa, la «asociación de malhechores» es el «concierto formado por dos o más personas con el objeto de preparar o de cometer un crimen, cualquiera que sea su duración o el número de sus miembros».
El 7 de marzo pasado, el Tribunal de París pidió la condena de Sarkozy a siete años de cárcel, en firme. Una docena de sus colaboradores, entre 2007 y 2012, fueron condenados a un largo rosario de penas de cárcel y multas millonarias. Siete meses más tarde, el Tribunal Correccional de París ha retirado la condena de Sarkozy por delitos de corrupción. Pero ha confirmado la asociación de malhechores.
Condena anterior
Entre 2021 y 2022, los tribunales de justicia ya condenaron al expresidente por varios delitos de financiación ilegal de campañas electorales, «corrupción y abusos sociales». No hubo apropiación de dinero público. Pero Sarkozy comenzó a hundirse en un rosario de escándalos y procesos judiciales, que siguen su curso, inexorable.
A la espera de otros procesos, en curso de instrucción, la confirmación de la condena del Tribunal de Casación ilumina una tragedia política sin precedentes: el hundimiento histórico del conservadurismo francés, víctima de la corrupción de sus grandes líderes del último medio siglo, Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy y François Fillon.
Desde Nueva York, Cecilia Attias, la segunda esposa de Sarkozy, envió un cariñoso mensaje personal: «Nicolas tiene todo mi apoyo y mi cariño». En esa estela de las reacciones más íntimas, contra viento y marea, Carla Bruni, la actual esposa de Sarkozy, sigue siguiendo la más fiel y firme defensora de un marido perdido en el laberinto de sus corrupciones.