El arte de estropear una decisión correcta

Lo es, por ejemplo, la del teórico acuerdo con la OTAN para no subir hasta el 5 por ciento del PIB el gasto en defensa. En términos objetivos sería (en condicional) una cuestión pertinente y razonablemente resuelta. Hablamos de 60.000 millones adicionales al año durante al menos una década y que sólo se pueden obtener de tres maneras: con más impuestos, con recortes de servicios públicos esenciales o con más deuda. En cualquier caso con una disminución de la riqueza nacional que comprometería no sólo al actual Ejecutivo sino a los que le sucedan. Ni ese dineral se saca sólo eliminando grasa administrativa superflua ni está nada claro que los españoles comprendan la exigencia europea.

Pero Sánchez se traicionaría a sí mismo si alguna vez completara un buen trabajo. Es decir, si sometiera el asunto al debate parlamentario y hablase con la oposición de lo que al fin y al cabo es una inversión que por su naturaleza requiere un pacto de Estado a largo plazo. En lugar de ello ofrece un porcentaje falso y presenta como un compromiso bilateral cerrado una abstracta promesa de flexibilidad pendiente de aprobación en la cumbre del Tratado atlántico. Se apunta precipitadamente un éxito de iniciativa y liderazgo con el que alejarse de la sombra de los escándalos mientras soslaya u oculta que actúa bajo la presión de sus aliados y que de todas formas tiene atadas las manos porque ni siquiera dispone de un vago proyecto presupuestario.

Tampoco podía faltar el gesto de desafío, la peineta a Trump para presumir de progresismo a costa de correr un prescindible riesgo arancelario tan gratuito como fácil de imaginar si te enfrentas a un tipo acostumbrado a funcionar a base de espasmos coercitivos. Otro gesto de populista típico, siempre dispuesto al señalamiento de enemigos reales o ficticios, y un rasgo definitorio de la psicología de un narciso. Así es su estilo: retador, mendaz, cismático, remiso a dejar pasar una mínima oportunidad de conflicto. Esta soltura para hacer mal el bien y bien el mal podría constituir el epitafio de este aciago ciclo político... cuando sea que le llegue el finiquito.