Otro buen ejemplo es el truco del almendruco que se ha sacado de la chistera el ministro Puente para anunciar la culminación de la SE-40 sin poner un duro. A este tipo de tretas podríamos llamarlas 'arreglos cartujanos'. El Ministerio de Transportes deriva el presupuesto para la circunvalación metropolitana al siguiente Gobierno, por si tuviera la suerte de dejarle el marrón al contrario, porque él sabe perfectamente que esa obra no la van a ver nuestros hijos. A un ritmo de dos kilómetros en tres lustros aún nos faltaría un siglo para que se pueda ir de La Rinconada a Almensilla en diez minutos. De Coria a Dos Hermanas vamos a olvidarnos. Porque ese puente es más mentiroso que el otro, el ministro de las ocurrencias.
Pero en la categoría de 'arreglo cartujano' entran muchas más cosas, como los toldos de la Avenida, que han llegado después de la gran ola de calor; el puente del Centenario, que va a poco más del 60 por ciento de ejecución dos años después del plazo anunciado de finalización y sabe dios cuántas mordidas de por medio; la conexión ferroviaria de Santa Justa con el aeropuerto, que va de cajón en cajón hasta el olvido final; o la puntualidad del AVE, que ya veremos si la catenaria famosa de la Sagra no acaba revirtiendo la alta velocidad a los tiempos del Talgo. Sevilla vive del apaño, del vámonos que nos vamos. Por eso es incomprensible que cuando una obra avanza por derecho, nos quejemos del polvo que entra por la ventana. El metro de Pino Montano tendría que ser un motivo de celebración en esta ciudad sin pulso y, sin embargo, se ha convertido en un espacio de protesta porque el túnel provoca atascos y las calles levantadas son una ruina para los negocios. Preferimos 'arreglos cartujanos' antes que avances profundos. Sobre todo si gana nuestro equipo.