Conviene recordar que MAGA (Make America Great Again) empezó en 2016 como un simple eslogan cultural con nostalgia histórica de un glorioso tiempo pasado. Sin embargo, MAGA es ahora una visión política capaz de entusiasmar a muchos votantes por todo el mundo. En la cresta de esta ola iliberal, no es de extrañar que el trumpismo en todas sus declinaciones encuentre inspiración en el italiano Antonio Gramsci, el ideólogo marxista que murió encarcelado en 1937 no sin antes formular un influyente plan de batalla para que la izquierda se impusiera en la guerra cultural.
En sus 'Cuadernos de la cárcel', Gramsci formula la tesis de que la cultura, y no la economía, era el centro de la lucha de clases. Y demostró que las prácticas culturales pueden dar legitimidad moral e intelectual, acuñando el concepto de «hegemonía cultural» para explicar una forma de poder capaz de hacer que la gente asuma ideologías ajenas a sus intereses, como la adhesión de los obreros italianos al régimen fascista de Mussolini.
Sobre todo, Gramsci destacaba la importancia de las universidades a la hora de moldear esa hegemonía. Exactamente donde triunfaba Charlie Kirk, atrayendo a jóvenes estudiantes a su mezcla de ortodoxia cristiana, política libertaria de mínimo gobierno y máximos derechos individuales (incluida la libre tenencia de armas) y ese toque trumpista de supremacismo tan hostil a la diversidad. Al dar la batalla en el cortijo intelectual de la izquierda americana, Kirk, antes de convertirse en el gran mártir de MAGA, ya era su héroe.