La rutina mata el placer: tres buenas costumbres que activan el deseo
Conversaciones íntimas y sinceras, estimular las fantasías y usar potenciadores externos son recursos eficaces para avivar la llama
Es cierto que la sexualidad, según apunta la sexóloga, se trata de una función indispensable en la vida de una persona y que, en muchos casos, el uso de juguetes eróticos o sexuales puede formar parte de ella. Pero, ¿podría hablarse realmente de que este tipo de artículos pueden ser adictivos? La clave está, según apunta la experta, en que en cualquier adicción la diferencia entre el uso y el abuso recae en el grado de malestar personal y contextual que provoque. «Si se experimenta una pérdida de control, dependencia, síndrome de abstinencia o pérdida de interés por el resto de actividades gratificantes estaríamos ante una posible adicción», apunta.
Pero además es importante destacar que en el bienestar de cualquier persona intervienen muchos factores: la familia, el trabajo, las relaciones sociales, el sexo, la comida, los hobbies, el ejercicio físico... Cuanto mayor equilibrio exista entre todos ellos, mayor será la satisfacción personal. Y eso es lo que nos lleva a pensar, según argumenta la sexóloga, que para entender la dimensión de una adicción antes es necesario mirar el contexto de la persona y preguntarse: ¿Hasta qué punto esta persona obtiene placer de otras fuentes? Y no solo eso, sino que también influyen factores de vulnerabilidad personales relacionados con rasgos de la personalidad como la impulsividad, el grado de tolerancia a la frustración o la búsqueda de sensaciones; así como el estado de ánimo general, la autoestima y determinados aspectos neurobiológicos.
Es cierto que los juguetes eróticos están diseñados para el placer, por lo que la segregación de dopamina en el cerebro será alta si también lo es la facilidad para sentir orgasmos o cualquier otro tipo de estimulaciones placenteras. Sin embargo, como apunta la sexóloga, citando el artículo 'Adicciones sin drogas' del catedrático emérito de psicología y experto en adicciones, Enrique Echeburúa, «muchos llevamos a cabo conductas que pueden producir adicción, pero solo unos pocos la van a padecer». Así, según la tesis que defiende la sexóloga de Diversual, los juguetes sexuales no son adictivos en sí mismos, sino que son una fuente más de placer, un placer muy personal y muy diverso que tiene infinitas manifestaciones que, por extrañas o dispersas que parezcan, pueden seguir formando parte de la normalidad. «La mejor manera de evitar una adicción a los juguetes sexuales o a cualquier otra cosa es mantener un estilo de vida equilibrado, atendiendo con mimo a todas las fuentes de placer, alegría y excitación que tengamos y conociendo las maneras en las que lidiamos con los sufrimientos inherentes a la vida para que el alivio no se convierta en enfermedad», plantea Jiménez.
La mejor manera de usar los juguetes sexuales es entendiendo el 'background' social del que venimos ya que, según explica la sexóloga, en líneas generales la sexualidad se ha visto en muchas ocasiones censurada y los comportamientos fuera del tradicionalismo heterosexual con fines reproductivos a menudo han sido rechazados, perseguidos o incluso castigados. Por eso la experta afirma que el hecho de que vengamos de esa forma de ver el sexo hace que resulte normal que aparezcan dudas sobre lo que supone tener orgasmos con facilidad o masturbar zonas del cuerpo que nunca se había probado anteriormente.
Lo que aclara la sexóloga en este sentido es que la conducta sexual es aprendida y que esto quiere decir que se puede enseñar al cuerpo a sentir placer a través de distintas prácticas, objetos o tendencias. Por eso, en su opinión, el hecho de que una persona quiera mantener relaciones con frecuencia, tener sexo consentido con distintas personas, que practique el intercambio de parejas o que se masturbe con un vibrador a diario no la convierte en adicta al sexo. «Los individuos tienen derecho a explorar su propia sexualidad para descubrir cuál es la expresión de su normalidad», destaca.
Lo que sí que conviene, según aclara, es prestar una especial atención a las situaciones en las que toda la sexualidad se concentra en un solo aspecto, es decir, cuando nos enfocamos en una única manera de gratificación y fuente de placer. La idea es, como propone que no se use el juguete para reducir el erotismo al orgasmo inminente porque, si es así, se corre el riesgo de perderse la amplitud y los matices del sexo, además de que también se puede correr el riesgo de caer en una adicción si el resto de las piezas del puzzle personal y de contexto encajan.