Jóvenes, vivienda y empleo en Castilla y León

No es una percepción aislada; es una realidad que se hace visible en cada pueblo que pierde habitantes y en cada ciudad donde los alquileres suben mientras los salarios apenas se incrementan.

El empleo juvenil presenta una doble paradoja. Por un lado, Castilla y León cuenta con jóvenes altamente formados, muchos de ellos egresados de universidades centenarias y con prestigio académico. Por otro, demasiados acaban marchándose para encontrar oportunidades a la altura de su cualificación.

La brecha entre formación y mercado laboral se ensancha cuando las empresas no pueden –o no quieren– ofrecer condiciones competitivas. Se genera así una fuga de talento que no solo empobrece el tejido económico, sino que debilita la capacidad de innovación y adaptación de la Comunidad Autónoma.

La vivienda, lejos de ser un refugio o un punto de partida, se ha convertido en una frontera casi infranqueable. En ciudades como Valladolid, Salamanca o Burgos, el precio del alquiler se ha disparado en proporción muy superior al crecimiento salarial.

En las zonas rurales, paradójicamente, aunque existen viviendas vacías, no siempre están en condiciones, ni se ofrecen en alquiler, ni cuentan con los servicios mínimos que permitirían atraer a población joven. El resultado es un callejón sin salida. Los jóvenes no pueden independizarse y, sin independencia, retrasan proyectos vitales como formar una familia, emprender o simplemente quedarse en Castilla y León.

En este contexto, la responsabilidad no puede recaer únicamente en los jóvenes. Es necesario un enfoque integral que combine políticas de empleo de calidad, ayudas efectivas al alquiler, rehabilitación de vivienda en entornos rurales y medidas que incentiven a las empresas a retener talento. La colaboración entre administraciones, universidades y sector privado es imprescindible para crear un ecosistema dinámico y atractivo.

Castilla y León necesita creer en sus jóvenes y demostrarlo con hechos. No basta con discursos sobre arraigo o identidad; hacen falta oportunidades reales, estables y dignas. La región no puede permitirse seguir perdiendo a quienes deberían ser su motor en el futuro. Invertir en la juventud no es un gesto de generosidad, es una cuestión de supervivencia.