Por ser uno de los lugares más bonitos y animados de esta elegante ciudad, más de un millar de judíos escogieron el domingo la playa de Bondi para celebrar con sus familias la festividad de Janucá, que conmemora el derecho a profesar su religión. Un acto público y al aire libre que habría sido imposible de llevar a cabo en otros países de Occidente, entre ellos España, por el creciente acoso a los judíos.
Pero en Australia, uno de los países más seguros del mundo, nadie pensaba que dos musulmanes, padre e hijo, iban a elegir ese lugar lleno de alegría para llevar a cabo la mayor masacre en el país desde hace tres décadas. Al igual que el festival de música electrónica Nova durante el salvaje atentado terrorista de Hamás el 7 de octubre de 2023 contra Israel, no hay mayor contraste entre el canto a la vida que representan unos y la siniestra cultura de la muerte que abanderan los yihadistas.
Lo inconcebible, para los confiados y algo ingenuos australianos, es que la matanza la hayan cometido un padre que había emigrado a este país en busca de un futuro mejor y su hijo, nacido allí. Algo así podía ocurrir en Estados Unidos o Europa, pero no en Australia. Todo ello pese a las alarmas que llevaban años sonando, especialmente desde el estallido de la guerra en Gaza, por los frecuentes episodios de antisemitismo.
A pesar de estos avisos, el Gobierno australiano prefirió mirar para otro lado, hasta que se ha dado de bruces con esta tragedia. Más allá de los fallos de seguridad, la clave ahora es saber cuándo y cómo se radicalizaron Sajid Akram y su hijo Naveed, quienes ya son mártires del islam radical. El porqué ya lo sabemos: para protagonizar en la playa de Bondi el día D del yihadismo en Australia.