PP y Vox reactivan la batalla en la derecha tras zanjar Valencia

El caso valenciano es prácticamente único. Lo fue desde el principio. La rapidez con la que Carlos Mazón cerró el acuerdo original respondía a su deseo de asegurarse la presidencia autonómica, pero solo fue posible por la sintonía que desde el primer momento surgió entre ambos partidos. A nivel autonómico, pero también del PP de la Comunidad Valenciana con la cúpula nacional de Vox. Y por eso ambas formaciones sabían que sellarían un nuevo pacto sin grandes dificultades. El PP evidenció una mayor debilidad al descartar elecciones. Se puso en manos de Vox sin ‘plan B’.

En la dirección de Santiago Abascal no compartían ese miedo. Todas las encuestas garantizan un crecimiento importante en esa comunidad. Sin embargo, en el núcleo duro de Vox tampoco veían las elecciones. Como no compartían la marcha de Mazón, al considerar que era entregar una victoria al Gobierno de Pedro Sánchez. Así lo transmitieron en público, pero también en privado a todos los niveles. El acuerdo valenciano, en el fondo, no ha contenido novedades. Lo más importante para Vox, como publicó ABC, era que Pérez Llorca asumiera en el discurso de investidura las grandes banderas políticas de Vox. Y así fue.

Desde el rechazo al pacto verde europeo -«es la mayor amenaza a la que se enfrentan nuestros agricultores», llegó a decir el ya nuevo ‘president’- a las críticas hacia la política migratoria del Gobierno central. «No podemos mirar hacia otro lado cuando llegan personas que chocan con nuestros valores», aseguró. También asumió el grueso de obras hidráulicas de Vox para hacer frente a futuras catástrofes como una dana, aunque el PP presentó hace meses un plan específico muy similar. Gran parte del discurso lo pronunció en valenciano sin que a Vox le supusiera incomodidad. La política lingüística tampoco pareció ser un problema en este acuerdo.

Las grandes exigencias, las líneas rojas y las negociaciones difíciles volverán a partir del 21 de diciembre, con las elecciones extremeñas. Porque la sintonía de Valencia no existe en ningún otro territorio. En la dirección nacional de Alberto Núñez Feijóo y en muchas autonomías tienen claro que Vox «lo que busca es acabar con el PP» y en el eterno debate interno que surge sobre cómo han de tratar a la formación de extrema derecha, crecen las voces que insisten en «no perder de vista esa realidad».

Y eso que Feijóo ha asumido poco a poco algunas cuestiones ideológicas propias de su rival. El plan sobre inmigración es el ejemplo más palpable. Medidas calcadas que han terminado teniendo el sello popular. Pero, a pesar de la cercanía programática en según qué asuntos, el líder del PP envió un mensaje nítido este domingo desde la manifestación convocada en el Templo de Debod (Madrid): «No somos Vox. Somos un partido diferente. Y les digo: déjense de pinzas y no repitan los errores que cometieron hace dos años. Yo no me voy a equivocar de adversario, que es el presidente; ni de objetivo, que es el cambio; ni de prioridad, que es España». En el público -lo mencionaron expresamente por la megafonía- escuchaba Iván Espinosa de los Monteros. Un detalle que en la formación de Abascal no pasarían por alto.

Exigencias muy altas

Pero el recado de Feijóo fue directo a la línea de flotación de Vox, que dos días atrás, cuando el PP lanzó la convocatoria de esta concentración, la calificó de «estafa», acusando al líder popular de eludir su propia responsabilidad con «manifestaciones partidistas». Le volvió a exigir una moción de censura que retrate a todos los grupos de la oposición. Vox ya no está en disposición de hacerlo porque no tiene suficientes diputados.

Abascal arranca esta semana, precisamente, en Extremadura. El líder de Vox acumula varios actos de precampaña con el objetivo de que María Guardiola dependa de su apoyo para gobernar. En la cúpula de Vox anticipan que las «exigencias» serán muy altas si la presidenta de la Junta aspira a contar con su apoyo. Tanto es así, que como publicó ABC, en Vox no descartan la repetición electoral si Guardiola «no pasa por el aro». Insisten también con ironía en que podría pedir la abstención al PSOE de Miguel Ángel Gallardo, procesado en el caso del hermano de Pedro Sánchez.

La convivencia de PP y Vox es muy complicada en el resto de autonomías. Los populares reprochan a su rival por la derecha ir a por el electorado compartido, mientras que en la cúpula de Abascal insisten en que su capacidad de atracción de voto se ha vuelto mucho más transversal, hasta el punto de que en este momento captarían más electores de la izquierda que del PP.