Crítica de 'Lux' de Rosalía, una catedral de 'pópera' para las masas

'Lux' no es su 'A Night at the Opera' ni 'Berghain' su 'Bohemian Rhapsody', pero en cierta manera ambos artistas instrumentalizan sendas obras para salir de un armario (él para abrazar la homosexualidad y ella el volcel), y la analogía sirve bastante bien para explicar las pretensiones de la artista catalana con su cuarto trabajo de estudio. Y… sí. El resultado es impresionante. Una catedral de pópera levantada y ornamentada con respeto por una misma, por la música y por quien la escucha.

'Lux' rompe con lo latino de la misma contundente forma con que ella rompió con Rauw Alejandro en pos de un europeísmo que volverá loco a Loquillo, pero en cuanto a textos es el álbum más global de la historia reciente al mezclar catorce idiomas: español, catalán, inglés, latín, siciliano, portugués, francés, ucraniano, árabe, mandarín, alemán, hebreo, japonés y otro más que todo el mundo ha pasado por alto: el caló, poco presente pero importantísimo ya que le sirve a Rosalía para invocar a «Undivel», dios en la lengua gitana.

La encarnizada lucha entre lo terrenal y lo divino («primero amaré al mundo, y luego amaré a Dios») marca el inicio con la preciosista 'Sexo, violencia y llantas', introducción de final épico que da pie a 'Reliquia', la canción filtrada nadie sabe si por error, donde, entre martelés de violín y efectos disruptores, Rosalía nos obliga a imaginar nuevos géneros (¿música clasitrónica?) mientras nos relata qué ha ganado y qué ha perdido durante su vida.

Una vez sumergidos en el viaje con el resto del primer movimiento, culminado por la minimalista 'Divinize', la opresiva e inquietante 'Porcelana' y la frágil y cinematográfica 'Mio Cristo', cuando arranca el segundo con 'Berghain', que a la gente que no ha debido escuchar mucha música le pareció una locura rompedora (quizá lo sea respecto a lo anterior de Rosalía aunque ya hubo quien anticipó que su próximo proyecto podría ser sinfónico, pero en ningún caso lo es per se), el contexto la convierte en otra cosa totalmente diferente.

Ya no parece un anuncio de perfumes, sino una pieza elemental de una historia que a esta altura del disco, ya es fascinante. De hecho esto es lo que ocurre con todas las canciones del repertorio salvo alguna excepción: por separado valen mucho menos. Así que estamos ante una de las mayores revalorizaciones del concepto álbum que haya experimentado el pop de masas en la última década.

'La Perla' es una delicada ranchera valseada en compás de 3/4 con una letra de desamor con su punto caústico y fácil de aprender y cantar, y el cante jondo aparece en bruto por fin en 'Mundo Nuevo', y ya procesado con la modernidad marca de la casa en 'De Madrugá', la pieza que más recuerda a la Rosalía que todos conocemos. Lo cual tiene explicación: es una canción antigua, que tiene por lo menos siete años porque la interpretó en la legendaria puesta de largo de la Rosalía post-flamenca y conquistadora de mundos en la Plaza de Colón de Madrid, en 2018.

Uno de los grandes temas de 'Lux' es sin duda 'Dios Es Un Stalker', donde funde lo jondo con pianos caribeños y percusiones envolventes. 'La Yugular' es un canto casi a capela con una sedosa envoltura orquestal, y en Focu 'ranni', una hipnótica voz recita un poema que acaba en un spoken-word sobre la fe. En 'Sauvignon Blanc', otro de los hits celestiales de 'Lux', Rosalía parece estar a punto de romperse para unos minutos después (entre medias está 'Jeanne', quizá lo menos destacable del repertorio) dar un puñetazo en la mesa con 'Novia robot', un desafiante alegato feminista donde rapea en chino mandarín.

'La Rumba Del Perdón' lleva el género a lugares alucinantes, en la fadística 'Memória' dan ganas de abrazar una interpretación tan delicada, pura y emocionada, y cuando empieza a sonar el final del disco con 'Magnolias', invade la misma sensación que se tiene al despedirse de los amigos con los que se ha culminado un viaje increíble.

Se ha creado una relación entre el oyente y el disco, una corajuda obra maestra en la que la voz de Rosalía ordena el caos sin buscar cobijo en ningún momento en el refugio de la orquesta, enfrentándose a los elementos y dirigiendo el rumbo desde lo alto del palo mayor pase lo que pase, para firmar una ovacionable aventura sonora que no es para escuchar en el metro a no ser que uno quiera arriesgarse a una peligrosa disociación, o le dé igual perder la siguiente parada e incluso olvidarse del mundo.

Ella ya era una artista «total», pero con esta colección de canciones que transmite con excelencia y con tanta verdad y tanta fuerza quién es ahora, entra en una senda que la acerca al «totalismo» de titanes como su adorada Björk, o yéndonos al otro extremo del espectro, Nina Simone.

Más allá de lo conseguido a nivel musical, con 'Lux' Rosalía ha demostrado una vez más ser una 'influencer' colosal, pero tampoco nos pasemos con el tema del proselitismo religioso. Quizá ponga cosas de moda, pero nadie sabe en realidad si ella es causa o consecuencia. Y lo que ella haga no «es» la cultura del momento, por mucho que algunos hayan convertido este lanzamiento en la llegada del Mesías pop que nos salvará de la mediocridad artística y espiritual.

Disfrutemos de este gran disco, celebremos que los millones de oyentes jovencísimos que comen de su mano vayan a crecer como consumidores de cultura escuchando este cualitativo salto artístico. Si quieren, incluso elevemos este disco al nacimiento del nuevo paradigma pop que necesita el gran público y no el que desea. Pero no la carguemos con tanta responsabilidad ni la endiosemos tanto, no vaya a morir por nuestros pecados ahora que ha cumplido los 33.