País de «fachas»

No es de extrañar que, dentro de este vasto grupo, se incluyan figuras tan diversas como Felipe González, Alfonso Guerra, García-Page o Juanma Moreno, sin olvidar, por supuesto, al ganador de las últimas elecciones generales, Núñez Feijóo, o a cualquiera de los presidentes de la mayoría de las comunidades autónomas del país, todos respaldados por mayorías simples o absolutas de millones de ciudadanos claramente «fachosféricos».

A poco que la señora Márquez decidiera pensar por sí misma, comprobaría el enorme fracaso de su intento de desprestigiar al presidente andaluz con un calificativo tan manoseado y recurrente que ya nadie puede tomarse en serio.

José Muñoz Almonte. Sevilla

Alegato propio

Harto de leer las sandeces de mis compañeros –aunque, afortunadamente, no amigos– Urtasun, ese comunista de salón, y Albares, ese socialista iletrado, acerca de la historia de España en América, especialmente en México, y viendo cómo dan por buena la leyenda negra, tan bien aprovechada por los López Obrador y las Sheinbaum, me propuse escribir mi propio alegato. Mi intención era aportar algo desde mi larga experiencia diplomática en Hispanoamérica y, en particular, desde mis tres años como embajador en México. Sin embargo –mejor para todos– se me ha adelantado un compañero, el embajador Guillermo Martínez Correcher, más joven que yo y, además, más claro e inteligente. En un magnífico artículo publicado en ABC el 15 de noviembre, titulado 'México, lamento y perdón', expresa mucho mejor de lo que yo habría logrado lo que quería decir. Gracias, compañero y –este sí– amigo, por anticiparte con un artículo tan decisivo y profundo, que coloca cada cosa en su sitio. Naturalmente, Guillermo no está destinado como embajador en México ni en ningún otro país relevante, sino, al parecer, relegado a algún consulado más o menos perdido en el mapa. Con compañeros de carrera como Urtasun y Albares, confieso que, al final de mi larga vida, dudo del valor de mi propia profesión. Con compañeros como Guillermo, en cambio, recupero mi amor eterno por esta profesión.

Eduardo Peña Abizanda. Madrid