Andrés Ollero: «Sánchez ha logrado que personajes tan vilipendiados en su día como Felipe González o Guerra parezcan modelos saludables»

-Su nombre llegó a figurar en una edición del Trivial como el diputado que más se preocupó por sacar a la luz las cuentas reales de la Expo92 de Sevilla. ¿Cómo recuerda aquello?

-Como una condecoración. La verdad es que no se me había pasado por la cabeza, aparte de que no tenía mucho tiempo para jugar.

-Ha sido también magistrado del Tribunal Constitucional. ¿Cómo era el trabajo de este órgano en esa época?

Yo lo fui nueve años después de haber abandonado por voluntad propia el Congreso. En los años de diputado no podía dar clases, pero sí organizaba seminarios sobre jurisprudencia constitucional, a los que aportaban alumnos mis colegas de derecho procesal. De ellos salió más de un libro. También sigo haciéndolos ahora, en el Instituto de España. Desde que surgió la Constitución toda mi tarea académica ha girado en torno a ella.

-¿Le dio instrucciones el PP, el partido que lo propuso para esa responsabilidad, durante su mandato como miembro del Tribunal Constitucional?

-Solo recibí una llamada del PP para informarme de que compartían el veto de Rubalcaba a que fuera su presidente, aunque me tocaba. Por lo demás, las decenas de votos discrepantes de sentencias consideradas conservadoras -casi tantas como las destinadas a otras presuntamente progresistas- me ahorran explicaciones.

-¿Cómo valora ahora la situación de este Tribunal, que ha enmendado la plana al Tribunal Supremo en la sentencia de los ERE y ha convalidado la amnistía a los condenados por ese mismo tribunal por el referéndum ilegal de independencia de Cataluña?

Algo he escrito ya sobre el particular, un tanto sorprendido. La frontera entre interpretación y mutación constitucional puede ser muy sutil. No faltará alguno que piense que la Constitución, más que la suprema fuente de derecho, es un arbolito. Yo me conformaría con que el olmo no acabe dando peras. Espero con interés qué opina al respecto el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, aunque se limitará a su posible incidencia en la normativa que le compete.

-¿Qué quiere decir exactamente con lo de arbolito?

Yo había ironizado mucho con lo que calificaba de hidráulica jurídica: las fuentes del derecho, sus lagunas; todo muy húmedo. De ahí mi sorpresa cuando hubo un giro hacia la sequedad forestal, en sentencias como las del matrimonio homosexual -una clara mutación constitucional, porque texto sigue hablando del hombre y la mujer- o la de eutanasia. Todas ellas se apoyan en una sentencia canadiense de hace años, como si España y Canadá fueran hermanos siameses. Hasta el propio portavoz socialista -Jáuregui- admitió en mi comparecencia ante la Comisión de Nombramientos, que habría que cambiar «el hombre y la mujer» por «todos»; pero ahora -a la sombra del arbolito- la Constitución se cambia por las bravas.

-¿Tiene la sensación de que el nivel político ha bajado respecto a su época? Me refiero a la formación de muchos altos cargos, incluso ministros actuales, comparándolos con los de hace 20 ó 30 años.

-Veo, en los telediarios, actitudes de vergüenza ajena y lo peor es que los protagonistas parecen considerarlo un mérito. Yo tuve como maestros a muchos de los protagonistas del consenso de la Transición, que ahora tantos -de todos colores- echan a diario en falta. Coincidí también con bastantes de los que era fácil imaginar que, por ocupar escaño perdían dinero. Ahora parecen predominar las historias sobrecogedoras.

-¿Podría haber imaginado, cuando era diputado, que se prolongara una legislatura durante más de dos años sin Presupuestos Generales del Estado e incluso, como ahora, con un Gobierno que se ha quedado en minoría parlamentaria?

A lo largo de más de diecisiete años, he tenido la fortuna de no vivir experiencias similares. Cuando no se cumplen las reglas de juego, a quien no se respeta es al público; que -imagino- acabará dándose por aludido. Verse obligado a gobernar en minoría es una invitación al consenso por parte de los electores. Sustituirla por una polarización, despertando guerracivilismos hace ya largo tiempo superados, se comenta por sí solo.

-¿Qué explicación encuentra a que se mantenga esta situación y no se convoquen elecciones como hizo Felipe González cuando perdió el apoyo parlamentario de la antigua CIU?

Mi capacidad de imaginación no llega a tal nivel explicativo. No deja de resultar notable que protagonistas políticos, en su día no poco vilipendiados, aparezcan hoy como modelos saludables. Todo un síntoma…

¿A quiénes se refiere?

Felipe González, pieza clave del consenso, o Alfonso Guerra, que colaboró en él, olvidando aquello de que a España no la conocería ni la madre que la parió. Sus herederos son hoy Nicolás Redondo, Virgilio Zapatero, Jordi Sevilla o tantos otros.