El Desierto de Atacama en Chile es un claro ejemplo de este cúmulo de desechos, transformado en un gigantesco vertedero de ropa en el que se depositan ilegalmente más de 39.000 toneladas de ropa usada. Stella Banderas, -hija de Antonio Banderas- y Javier Goyeneche, fundador y presidente de Ecoalf, una de las empresas españolas más concienciadas con la problemática, viajaban al lugar para dar visibilidad al problema en el marco del pasado 'Black Friday', una de las jornadas de mayor consumo del año. Ambos dieron voz a un documental para visibilizar el devastador impacto del «fast fashion», en el que la necesidad de una moda más sostenible se hace patente.

Este 2025 ha marcado un punto de inflexión. «Desde el 1 de enero, todos los países de la Unión Europea están obligados a tener recogida separada de residuos textiles, lo que acelera la necesidad de plantas para clasificar, reutilizar y reciclar a gran escala», explica Alberto Egido, responsable de medioambiente y sostenibilidad de Moda re-, una iniciativa de Cáritas en España dedicada a la gestión integral de ropa usada que en 2024 recogió 47.636.779 kg de ropa y calzado. «Además, la UE ha aprobado la implantación de la Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP) en el sector textil. Lo que significa que las marcas y fabricantes deberán financiar la gestión del residuo: desde la recogida hasta el reciclaje«.
Los nuevos tejidos
Si hablamos de moda sostenible es imprescindible detenerse en lo esencial: el tejido. Y es que la tela con la que se fabrica una prenda puede marcar la diferencia entre un consumo responsable y otro que genera un alto impacto ambiental. Según datos de la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje (FER), en España se generan aproximadamente 890.000 toneladas de residuos textiles al año. De estos residuos solo se recogen selectivamente 108.296 toneladas, mientras que 781.990 terminan en vertederos. En cuanto a la tasa de reciclaje, según datos de Moda re- en su último Análisis de la recogida de ropa usada en España, solo el 12,16% de los residuos textiles se reutilizan o reciclan; el resto, casi el 88%, se desecha.
En este sentido, los tejidos sostenibles se perfilan como la gran alternativa a la hora de comprar. Prendas hechas a base de un textil que se ha producido minimizando el uso de agua, energía y químicos tóxicos, respetando a las personas que lo elaboran y cuidando los ecosistemas. Se diferencia de los tejidos convencionales porque busca reducir el impacto ambiental en todas sus fases: cultivo, hilado, teñido y confección. Un informe de McKinsey reveló que el 67% de los consumidores considera ahora que los materiales sostenibles son un factor importante en sus decisiones de compra y es hacia aquí hacia donde apuntan las nuevas directrices de la industria.
El rumbo de la moda
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La diseñadora británica Stella McCartney fue pionera en apostar por la sostenibilidad. Fundada en 2001, desde sus inicios abogó por no usar pieles ni plumas en sus creaciones y cuenta con una cronología de sostenibilidad innovadora que incluye la eliminación del termoplástico PVC en el 2010. «Era imposible que la moda pensara en el lujo y la sostenibilidad al mismo tiempo antes de que Stella cambiara eso», afirmaba la propia Anna Wintour en una entrevista. El 95% de su colección Primavera-Verano 2024 se realizó de «materiales conscientes» como seda reciclada.
En España, la firma bilbaína SKFK diseña y produce sus propios tejidos, controlando desde la composición de las fibras hasta el hilado y confección final. Con una firme apuesta por los valores 'zero waste' o lo que es lo mismo, minimizar al máximo el desperdicio textil, sus colecciones se realizan con materiales orgánicos y reciclados; además, su compromiso con la transparencia, la trazabilidad y la ética en toda su cadena de producción establece un estándar ejemplar para la industria: «Para nosotros es muy importante poder desarrollar este tipo de prendas. Somos totalmente transparentes con nuestros diseños y por ello encontrarás un patrón en la etiqueta de cada una de las prendas», apuntan desde la marca. El cuidado del origen y de la materia prima, la fabricación de cápsulas bajo demanda o la producción de cercanía son otras de sus apuestas para contribuir al cuidado del planeta. La marca de zapatillas Veja utiliza materiales de comercio justo y minimiza el desperdicio en su proceso de producción, en 2019, tras cuatro años de investigación y desarrollo, Veja lanza su primera zapatilla de running ecológica. «Nuestro objetivo es combinar el rendimiento con materiales reciclados y de origen biológico», cuentan desde la marca. Otras como Blue Banana también se ponen en marcha lanzando su plan de sostenibilidad con el objetivo de mejorar su consumo de agua, las emisiones de CO₂, o el uso de recursos no renovables, entre otros aspectos.
Reciclados y reciclables
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Pero lo cierto es que aunque cualquier pequeña aportación contribuye, el avance reside en el logro de lograr un tejido que, además de hacerse a base de desechos, pueda volver a reciclarse por completo. Hace ahora unos 15 años, la española Ecoalf era pionera en transformar botellas de plástico en tejidos innovadores, un proceso que hoy se ha popularizado en la industria, y en el que ellos avanzan hacia el siguiente nivel: «dar una nueva vida a los propios residuos textiles que la moda ha generado». «La verdadera circularidad no consiste en usar materiales reciclados que inevitablemente acabarán siendo residuo, sino en diseñar productos que nunca se conviertan en desperdicio», explican. La marca, reconocida internacionalmente por su constante innovación tiene claros los pasos a seguir: «No es suficiente con incorporar materiales reciclados, nos cuestionamos todos los procesos para crear artículos que además de estar hechos con residuos convertidos en materiales de primera calidad, además sean durables. El objetivo es cerrar el ciclo para que ninguna prenda acabe en el vertedero», explica Carolina Blázquez, responsable de innovación y sostenibilidad de Ecoalf. Aquí entra en juego un concepto clave y es el de los «monomateriales» prendas hechas tan solo con un material, lo que facilitará más tarde su reciclaje. «Tenemos abrigos de lana que son 100% recicladas y 100% reciclables. Utilizamos una lana post-consumo (hecha de jerseys que han llegado al final de su ciclo de vidas). Es una calidad muy suave que mucha gente ni cree que es una lana reciclada», cuenta Blázquez.
Para este invierno, la marca ha desarrollado un chubasquero hecho con prendas desechadas, dando una segunda vida a residuos que normalmente irían a vertedero y, «monomaterial», por lo que se puede volver a reciclar. Llegar al 100% algodón reciclado, siendo ésta la fibra más difícil de reciclar o el desarrollo de su famosos 'hilo del mar' realizado a base de las más de 2.000 toneladas que llevan recogidas de los fondos marinos, son otros de los grandes avances de la firma capitaneada por Javier Goyeneche.
Cuestión de precio
Puedes comprarte una chaqueta cada invierno por 40 euros porque está de moda, pero el año siguiente ya no se lleva o la calidad no resiste y tienes que reemplazarla. O puedes invertir en un abrigo atemporal y de buena calidad por 200 euros que te acompañará durante 5, 7 o incluso 10 años. «Si lo piensas, el impacto económico y medioambiental del primer caso es mucho mayor. Cuando entiendes esto, empiezas a ver el valor real de una prenda bien hecha», cuenta Carolina.
Identificar este tipo de prendas será en un futuro mucho más sencillo. «Mirar la etiqueta sigue siendo clave, pero pronto tendremos una herramienta mucho más potente: el Pasaporte Digital del Producto (DPP)«, cuenta Alberto Egido. Este sistema, obligatorio en la UE para textiles a partir de 2027-2028, será como el «DNI» de cada prenda: un código QR en la etiqueta que permitirá acceder a la información completa sobre su composición, origen, impacto ambiental y opciones de reciclaje. »Esperemos que también se incluya el impacto social de la prenda y se pueda acreditar que está producida en condiciones de trabajo digno. De esta forma, la persona que compre la prenda podrá tomar decisiones informadas en pocos segundos«, explica el experto.
Producir de forma responsable es más complejo y tiene un precio más elevado: los materiales requieren años de I+D, trabajar a veces con procesos que están aún en fase experimental o convencer a los distintos actores en la cadena de valor de hacer cambios en sus procesos productivos, todo esto requiere, energía, tiempo y recursos invertidos. Más allá de los avances de la industria, la concienciación del consumidor y la educación en la materia serán claves para contribuir con una compra responsable. «No se trata de pagar más, sino de invertir en una prenda que valga realmente lo que cuesta, que dure muchos años y que nos lleve hacia el futuro que queremos para las próximas generaciones», sentencia la responsable de Ecoalf.