De un castillo en ruinas a las lunas de Júpiter: la huella de Madrid en la historia espacial

Pero mientras todos los ojos se centraban en esta frenética carrera, otra se estaba gestando más silenciosamente en la vieja Europa, a fuego lento. Creando el germen de una institución sin la que hoy tampoco se puede entender todo lo que sabemos del espacio. En este momento en el que el cosmos estaba 'de moda', el 14 de junio del 62 se estableció la Organización Europea para la investigación Espacial (ESRO), sobre todo orientada al desarrollo de satélites. No se quedó ahí la propuesta de nuestro continente: de forma paralela, también se crea la Organización Europea para el Desarrollo de Lanzaderas (ELDO), cuya intención era crear el primer transbordador europeo. De estos proyectos surge el European Space Research and Technology Centre (ESTEC) en Noordwijk (Países Bajos), que se encargaría del desarrollo de satélites y vehículos espaciales; y el European Space Operations Centre (ESOC) en Darmstadt (Alemania), responsable del control de las operaciones de los satélites y que aún sigue en activo.

De aquí florecen nuestros propios 'Sputnik', como ESRO I (que realizó estudios de la ionosfera y auroras polares), ESRO II (que analizaba rayos cósmicos y rayos X solares) y HEOS A1 (encargada de monitorizar el viento solar y espacio interplanetario. Dado el éxito de las misiones, surge la necesidad de ir más allá y de que Europa no sea un mero espectador de la batalla. Así, el 30 de mayo de 1975, 10 países -incluida España- que después pasarían a los actuales 23, firman el acta de nacimiento de la Agencia Espacial Europea (ESA), la 'NASA' del viejo continente que este año cumple medio siglo de vida.

Firma del acta fundacional de la ESA, con el embajador Miguel Maria De Lojendio e Irure durante el acto ESA

Madrid, clave espacial

«En junio de este año recibimos a representantes de los 23 estados miembros, quienes firmaron la declaración del aniversario de la ESA», explicó Josef Aschbacher, director general de la institución durante el acto de conmemoración de los 50 años de la agencia esta vez en el Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC) en Madrid, celebrado el pasado jueves. «Para mí, este momento tiene un significado muy personal y muy especial. Simboliza el trabajo que realizamos cada día y que ha ganado la confianza de los gobiernos, las industrias y los ciudadanos de toda Europa. Y España que lleva participando en la agencia desde el principio, es clave en este sentido».

Instalaciones actuales del ESAC guillermo navarro

Porque aquel lugar a los pies del castillo en ruinas de Aulencia, rodeado por naturaleza y apartado de la bulliciosa ciudad es, efectivamente, clave para el funcionamiento de la ESA. Hasta el ESAC llegan todos los datos científicos de misiones europeas como Gaia, que tiene como titánica tarea cartografíar la Vía Láctea; o de BepiColombo, que envía información de camino hacia Mercurio; también de Solar Orbiter, que está estudiando nuestra estrella desde ángulos nunca vistos; o más lejos aún, con Juice explorando las lunas heladas de Júpiter. «Cada mes, más de 30.000 científicos acceden a este tesoro de datos. Más de la mitad de todos los artículos científicos sobre misiones de la ESA dependen del trabajo del ESAC», señaló en Madrid el director de la agencia. «Es también un centro de innovación y su función es garantizar la interoperabilidad con centros de datos de todo el mundo, con un objetivo simple pero esencial: hacer que la ciencia sea visible y accesible».

De izquierda a derecha, el suizo Claude Nicollier, el holandés Wubbo J. Ockels y el alemán Ulf Merbold, los primeros astronautas de la ESA elegidos en 1978 ESA

Una labor que lleva desempeñando bajo el nombre de ESAC desde 2004, aunque su trabajo escudriñando los cielos se remonta a 1974. En ese momento se estableció como estación europea de seguimiento de satélites, apoyando a las primeras misiones de la agencia. «En este sentido, el ESAC es incluso un año más antiguo que la ESA misma», indicó Aschbacher.

El futuro de la ESA

No obstante, la participación española va más allá del ESAC. Entre los cientos de empleados españoles directos que trabajan para la agencia repartidos por todo el mundo (y otros cientos de forma indirecta), en la plantilla de astronautas se encuentra Pablo Álvarez, quien ya ha superado los entrenamientos iniciales y espera a que le asignen su primera misión a la Estación Espacial Internacional (ISS).

El astronauta español Pablo Álvarez Guillermo navarro

«El objetivo de la ESA, del Ministerio de Ciencia y de la Agencia Espacial Española es que vuele antes de 2030, porque la idea es desorbitarla ese año», cuenta Álvarez a ABC. «Lo sabremos dos años antes de que viaje a la ISS». Es decir, como tarde, se anunciará en 2028 el viaje del segundo español al espacio. Y también es probable que en este tiempo se anuncie el de la primera española, Sara García, quien aunque está en el equipo de reserva, también ha superado los entrenamientos de astronauta.

«Estamos en un momento muy importante para la agencia porque a nivel mundial estamos en un punto de inflexión en el que tenemos que decidir dónde queremos estar en el futuro», apunta el astronauta español. «Para mí, la palabra clave es ambición: tenemos la capacidad para liderar proyectos en todos los ámbitos. Y, al final, o estás en la mesa o estás en menú», apunta Álvarez, quien ahora se encuentra trabajando en la futura estación lunar Gateway, un proyecto en colaboración con la NASA que dará apoyo a los futuros astronautas del Programa Artemis, que creará los primeros asentamientos humanos en nuestro satélite.

Una aventura para la que, de momento, la ESA tiene tres asientos reservados por su colaboración con la agencia espacial estadounidense. Quién sabe si el primer europeo en pisar la Luna será un español que firmará un nuevo capítulo en la historia de la ESA y la exploración espacial.