Si algo deja claro esta opa fallida, y así lo reconocen la mayoría de los analistas, y expertos en asuntos públicos es que no basta con que la operación sea buena desde el punto de vista financiero, como hay bastante unanimidad en que esta lo es, sino que si no tiene la aquiescencia del poder político y social, estás perdido, y esto es lo que hemos vivido.
El primer error que cometió el BBVA fue lanzar la opa en vísperas de las elecciones catalanas y en plena campaña electoral. Carlos Torres lo ha reconocido, aunque señala que no era su intención hacerla pública en ese momento, y que se vio forzado a ponerla encima de la mesa después de una filtración.
Una prueba clara de que no era el momento fue la reacción de todos los partidos políticos y del propio Gobierno tras la presentación de la oferta. Curioso fue el cambio de actitud del ministro de Economía, Carlos Cuerpo, que cuando surgieron los primeros rumores sobre a opa, habló de «respecto absoluto» a las decisiones empresariales, y unos días después, cuando la opa se hizo oficial en vísperas electorales, ya se trataba de una operación fatal para el empleo, la competencia, la economía...
Y a partir de ahí todo fueron piedras en el camino para el BBVA. El 'Goliat', el gran banco, no consiguió un apoyo institucional sólido pese a contratar a asesores externos como Acento, Kreab o Atrevia, para que le abrieran las puertas de Moncloa. Desde el primer momento, el Gobierno advirtió de que harían todo lo que estuviera en su mano para dificultar la operación, y dicho y hecho. El 'David', sin embargo, supo ganarse a las autoridades catalanas y sus patronales, con el guiño de devolver la sede social a Sabadell. De hecho, el fracaso de la opa se ha vivido como una gran victoria en la Generalitat, entre el independentismo y entre los agentes sociales de Cataluña.
No supo jugar esta baza el BBVA con el PNV. Sánchez depende tanto de unos como de otros, pero el nacionalismo vasco calló ante las tropelías del Ejecutivo retorciendo la ley hasta llegar a sacarse de la manga una consulta pública sobre el impacto de la opa, o endureciendo las condiciones impuestas por Competencia hasta llegar incluso a prohibir la fusión.
El fracaso final de la operación lo han decidido los accionistas del Sabadell, que es donde se debía haber situado la operación desde el minuto uno, pero el intervencionismo del Gobierno ha creado un precedente preocupante, a no ser que lo frenen los tribunales o Europa. Pero a habrá que esperar a ver si el BBVA sigue adelante con su denuncia en el Supremo o si la Comisión Europea obliga a España a cambiar la regulación para que el Gobierno no pueda vetar las fusiones.