Un holograma de bienvenida, una teatralización de su parto… Así es la casa museo de Mario Vargas Llosa

La casa de Vargas Llosa es un mito entre los letraheridos, que llevan años contando cómo un holograma del escritor recibe a los visitantes. Ahora, aprovechando el CILE de Arequipa, el gobierno regional la ha reabierto y ampliado el complejo, que ha recibido al Rey Felipe como uno de sus primeros visitantes…

A lo importante: en el recibidor de la casa sigue el escritor, extemporáneo, impecable, muy él. «En esta casa nací y pasé mi primer año de vida junto a mi madre y mi familia materna, y aquí está reunida ahora en una animada síntesis toda mi trayectoria», nos dice el holograma. Dan ganas de entrevistarlo, la verdad. ¿Cómo está? ¿Sigue escribiendo? ¿En el cielo hay cerveza? ¿Y pisco? «En estos cuartos descubrirán cómo nació mi vocación, cómo se gestaron algunos de mis libros, las experiencias que me hicieron gozar y sufrir, alguna de las ciudades en que viví, los trabajos con los que me he ganado la vida, las cosas y las personas que me ayudaron a fantasear historias, mis ilusiones, mis aventuras, mis fracasos, también los aciertos y errores de que está constelada toda biografía. Espero que esta visita sirva para que me conozcan mejor y nos hagamos amigos».

La entrada a la casa cuesta veinte soles para los nacionales y treinta para los extranjeros: créanme, es un chollo.

La primera sala es el cuarto del novelista. Allí, de nuevo la experiencia es audiovisual: vemos y escuchamos el nacimiento biológico del genio, todo un privilegio. Hablamos de una teatralización del parto en el que Dora, su madre, está rodeada de matronas que le animan a empujar. Así empiezan todos los mitos, ¿no?

Lucho Llosa, cuñado de Vargas Llosa, sobrino de la famosa tía Julia y responsable de la museografía, nos explica que esta es una de las pocas casas de escritores hechas en vida del protagonista. Aquí la voz de Vargas Llosa nos persigue por las habitaciones, nos sumerge en su mundo, nos engatusa con su dicción. Pronto queda claro que tuvo una vida larga y ancha, hecha de contradicciones, pasiones y felicidades. Nació enfrente de un casino: eso tiene que marcar. Siempre lo apostó todo a la literatura, a la exageración. «Quiso saberlo todo, escribirlo todo, vivirlo todo», nos recuerda Carlos Granés, uno de los autores del recientísimo 'Diccionario Mario Vargas Llosa'.

El niño Mario no tardó mucho en ser rebelde. En una foto lo vemos con el uniforme en el colegio Leoncio Prado de Lima. Ahí conoció a su padre, ya con diez años. Este le dijo que ser escritor era de homosexuales. ¿Hay una forma mejor de espolear la vocación? En las paredes cuelgan los artículos que publicaba de adolescente en el diario 'La crónica'. Tal vez se empieza siempre escribiendo contra alguien.

De aquel susto de colegio nació 'La ciudad y los perros'. «Nadie creía que ese colegio pudiera existir de verdad, pero sí, era este y estaba en Lima», nos cuenta Zelma Fernández, directora de la casa museo. En una vitrina conservan el manuscrito del novelón. «Mario siempre escribía sus novelas a mano».

El recorrido de ciudades nos lleva a Madrid, donde estuvo becado como estudiante de Derecho en la Universidad Complutense; París, donde se divorció de la tía Julia y se entregó a la literatura; Lima, donde se casó con Patricia, su prima hermana… En Londres escribió 'Conversación en La Catedral' y 'La casa verde'. El burdel de la casa verde está recreado en una sala, con un espectáculo en tres dimensiones. «Está inspirado en uno real». Ajá.

También hay una réplica de la medalla del Nobel. Por cierto: fue entonces cuando rebautizaron la calle de su casa como Avenida Alameda Vargas Llosa. Aquel día el escritor volvió a Arequipa y recitó el himno de la ciudad, que todavía recordaba, rodeado por sus paisanos: «Entonemos un himno de gloria / a la blanca y heroica ciudad, / cuatro siglos forjaron la historia / del baluarte de la libertad».

Sin salir de la casa, Raúl Toula, director de la cátedra Vargas Llosa, nos cuenta que Vargas Llosa coleccionaba hipopótamos. «Era su animal favorito por muchas razones. Le intrigaba el hipopótamo tanto por su voracidad física y sexual como por el hecho de que fuese el animal más temido de África pero al mismo tiempo fuese vegetariano. Estas contradicciones, estas complejidades del hipopótamo las asociaba a la condición del escritor; él veía en el hipopótamo una metáfora del escritor». Ahora uno de aquellos hipopótamos está en la RAE.

La gran novedad de la casa museo es una habitación llamada la sala del inmortal. ¿No habría que dejarlo aquí?